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A los vecinos de Rabo de Galo no les sientan nada bien los cinco meses de retraso que acumulan las obras en dos de las vías de este núcleo rural, la rúa Carballo y la rúa Salto do Can. Los trabajos de acondicionamiento se iniciaron en febrero del año pasado y para finalizarlos se preveía un plazo de ejecución de seis meses. Once meses después, el firme sigue levantado; los accesos, cortados, y la calle, llena de barro, surcos y obstáculos.
El malestar entre los residentes es palpable después de ir tachando días en el calendario y ver, con desesperación, como los progresos llegan a cuentagotas. Lorinda Fernández, presidenta de la Asociación Veciñal Rabo de Galo, cree que la situación es “un despropósito” y que el acondicionamiento ni siquiera vale la pena. “Queremos ver cómo queda la calle al final. Fatal, hecha un desastre”, censura.
Fernández detalla que el acceso de las casas, que antes estaba a ras, ahora tiene desniveles de entre 20 a 30 centímetros. “Es una chapuza. He hablado con el alcalde varias veces y no hay solución. Este Concello está como está”, dice la presidenta vecinal.
En el mediodía de ayer, un vecino observaba como tres obreros alisaban hormigón fresco frente a su vivienda. “A xente está moi cabreada. Menos mal que non pasou nada, que non houbo un incendio ou un infarto, porque morría aquí na casa”. Este residente explicaba que no puede acceder con su vehículo a su casa: “Levo tres días sen poder saír co coche”. “Aquí botaron dous ou tres meses sen aparecer. Pagámolo os veciños, coma sempre”, lamentaba.
Otra de las vecinas de Rabo de Galo, Chelo López, relata cómo los quebraderos de cabeza que causa la obra también afectan a la accesibilidad. “Puxéronlle unha pasarela á miña sogra porque ten que levar andador. Estabamos a ras, e agora o chan queda a 40 centímetros”, explica. “Hai unha chica que vive arriba e ten un bebé. Vela baixar por aquí coa silla… Dá pena”, añade López.
Del mismo modo que en las obras de Vázquez Núñez, en el barrio de A Carballeira, fuentes vecinales concuerdan en señalar los impagos como el motivo del parón estival de las obras. Asimismo, la presidenta de los vecinos no ahorra críticas contra la empresa que se hizo con el contrato: “Tenían que haberles sacado la concesión cuando no cumplieron”.
La obra salió a licitación en 2021 con un presupuesto base de algo más de 920.000 euros. Finalmente fue adjudicada por unos 655.000 euros, y el contrato se formalizó el 13 de septiembre. Las labores no comenzaron hasta ya entrado el año siguiente, y en verano los vecinos denunciaban que se encontraban prácticamente paralizadas.
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