Le rebajan la pena a un toxicómano en Ourense: “Cuando atraqué y agredí a la taxista, yo era una basura”

DE NUEVE A TRES AÑOS

La fiscal le rebaja la pena de nueve años de cárcel a tres por la toxicomanía del inculpado de atracar y agredir a un taxista en Ourense

M. Sánchez

Publicado: 21 dic 2024 - 05:45 Actualizado: 21 dic 2024 - 07:33

Mikel G.E. compareció por videoconferencia.
Mikel G.E. compareció por videoconferencia.

Mikel G.E. (36 años) se abrió en canal desde la sala de la prisión de Pereiro de Aguiar reservada a las videoconferencias con los juzgados. Por momentos, quiso ver en la jueza del Penal 2 que lo sentenció una especie de psicóloga con la que compartir sus miserias en busca de consuelo y perdón.

El inculpado no sólo admitió la autoría del atraco que dejó gravemente herida a una taxista de la ciudad sino que comenzó a hablar de su vida y su adicción a las drogas. “Señoría, yo era una basura antes, pero me di cuenta de eso estando preso; tuve la desgracia de caer en el mundo de la heroína y la cocaína (…) y tengo problemas mentales”, aseguró antes de dar el visto bueno a la conformidad alcanzada entre su abogado y las acusaciones (fiscalía y víctima) en el asunto que lo sentó en el banquillo: el brutal atraco que sufrió una taxista de la ciudad el 27 de marzo de este mismo año. Desde ese día, Mikel está en prisión por la gravedad de lo sucedido.

En la tarde que decidió llamar a un taxi cuando estaba en la calle Peña Trevinca de la ciudad, iba, según dijo, muy colocado. “Llevaba días drogándome, a mi pareja y a mí nos iban a echar del piso; tomé un bote de rivotriles (fármaco perteneciente al grupo de las benzodiacepinas que actúa sobre el sistema nervioso central, con propiedades ansiolíticas) y perdí la noción”, explicó.

La magistrada le invitó a ponerse en la piel de la víctima y a reflexionar sobre la gravedad del ataque: “Le ha dejado un trauma de por vida, con ocho puntos en la cara, que difícilmente podrá superar”, aseguró Susana Pazos. Pero Mikel insistió en dar su mejor versión, insistiendo en que al revivirlo se le ponen “los pelos de punta”. El encausado se autodefinió como ”un pobre desgraciado”, adicto a las drogas y con problemas mentales, pero con propósito de enmienda. En prisión, asegura que solo fuma algún porro cuando está muy estresado y que está mejorando. “Aprendí hasta a hablar, a decir lo que siento, a ser persona y a valorar las cosas”, aseguró.

Rebaja de petición

La fiscal rebajó la petición inicial de nueve años de cárcel a tres años y tres meses porque le aplicó la atenuante de drogadicción en los dos delitos imputados (robo con violencia y lesiones). En las lesiones, computó la agravante de reincidencia por una condena por maltrato a su exnovia impuesta por el Juzgado de Violencia de Género el 22 de marzo de este mismo año. En la pena de ayer, también aparece una indemnización de 11.256 euros para la taxista por los 38 días de baja y el perjuicio estético que le causan los ocho puntos en el rostro (una cicatriz de tres centímetros).

La víctima, que ayer no estuvo en el juicio al tratarse de una conformidad pactada de antemano, está actualmente trabajando pero “anímicamente muy fastidiada”, según confesó su abogada.

Los hechos juzgados se remontan a abril de este mismo año, cuando la perjudicada recibió una llamada de la central para la recogida del acusado junto al número 27 de la calle Peña Trevinca de la ciudad. Una mujer recogió al acusado en su taxi y, tras una primera parada en una cafetería de la calle Xosé Manuel Pintos, le pidió que se dirigiese a una gasolinera del barrio de O Vinteún, donde la conminó a que continuase por una calle sin transeúntes ni cámaras de vigilancia. Aprovechando la situación, desde el interior del vehículo y desde el asiento trasero, propinó a la víctima, con intención de lesionarla, varios golpes a la vez que le pedía que le diera todo el dinero que llevaba encima.

Ella le indicó que esperase y que se lo daría, pero el acusado no lo hizo. Salió del coche, se dirigió a la puerta de la conductora y “de forma sorpresiva”, la agarró por el cuello a la vez que continuó exigiéndole que le entregase el dinero.

La taxista comenzó a forcejear por temor a que la agrediese con algo cortante o punzante que portaba escondido en la manga izquierda de la ropa. El acusado llegó a causarle un corte usando el arma. Sangró “abundantemente” a causa de la lesión, aunque no paró de agredirla, propinándole, según recoge la sentencia, golpes en la cara y en la cabeza. Llegó a fracturarle la nariz. Además, el ataque incluyó puñetazos y rodillazos.

El cinturón de seguridad no ayudó, puesto que la denunciante se encontraba atada e inmovilizada por su uso, mermando su capacidad de defensa y de huida. Fueron los gritos de auxilio los que consiguieron que un vecino oyese la petición de ayuda y acudiese.

El agresor logró apoderarse de un bolso con dinero, documentación y efectos personales y marcharse del lugar, aunque la Policía lo detuvo poco después en el barrio de Covadonga.

La denunciante sufrió un traumatismo facial, fractura de huesos, una herida inciso frontal, contusiones varias y necesitó ocho puntos de sutura por el corte de la frente.

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