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Sobrevivir a un cáncer y recibir una carta de despido. La ourensana Natalia Alonso, de 34 años, superó un cáncer de mama, una mastectomía, seis meses de quimioterapia, un año y medio de baja laboral y un despido fulminante de la autoescuela en la que trabajaba. Acompañada de su abuela Concha, Natalia fue ayer la encargada de leer en el CHUO el manifiesto de la Asociación Española contra el Cáncer, con motivo del Día Mundial contra el Cáncer, que se celebra mañana.
“Me alertaron unas secreciones y, cuando fui al médico y me hicieron una mamografía, el bulto ya tenía cinco centímetros. No me hacía revisiones de mama porque esto normalmente no le pasa a la gente joven o eso nos dicen”, explica esta paciente, que lamenta que no haya prevención para mujeres de menos de 45 años.
A Natalia le tocó ser esa ourensana de cada tres que tendrá cáncer a lo largo de su vida, pero, afortunadamente, ya forma parte del 61% de pacientes oncológicas que logra curarse. “Tenía muy mal pronóstico, pero la quimioterapia durante seis meses hizo efecto y el tumor desapareció solamente con la quimio. Los médicos decidieron hacerme la mastectomía por prevención”, recuerda, ahora, que ya está libre de la enfermedad, pero aún recibe terapia hormonal y se hace revisiones.
La trataron en el hospital de día del CHUO, donde le quitaron los ganglios de un brazo. “Cuando te hacen la mastectomía, te quitan los ganglios centinelas para ver si hay restos de la enfermedad. Hay riesgo de sufrir linfedema; hay muchas mujeres que quedan mal para toda la vida, pero yo hago vida normal”, asegura. Prueba de ello es que, tras año y medio de baja laboral, la valoró un tribunal médico y consideró que ya podía trabajar.
Cuando se reincorporó a la autoescuela en la que era profesora de formación vial desde hacía cuatro años, le dieron las vacaciones que le correspondían. “Hasta ahí todo bien, pero cuando volví, me encontré con una carta de despido. Dijeron que era por causas económicas objetivas, supuestamente, pero había un señor trabajando en mi puesto”, se queja. Lo consultó con un abogado, ya que habían contratado a otro trabajador para sustituirla, pero, al final, decidió no denunciar. “Me despidieron porque me enfermé, por si me volvía a enfermar, por si no iba a rendir o por si no me quedaba bien el brazo; no fue por causas económicas”, protesta.
Natalia quiere volver a trabajar y dice que ya tiene propuestas de alguna autoescuela de la ciudad. “Al quedarme en el paro, estoy haciendo un curso de Técnico de transporte sanitario, y así abro una puerta para poder conducir una ambulancia”, afirma, antes de agradecer el trato recibido por los trabajadores del CHUO. “Son maravillosos”, dice, sentada en el Ágora del hospital.
La niebla gélida de febrero comienza a disiparse y sale el sol justo a tiempo para iluminar un lazo humano formado por pacientes oncológicos y sanitarios, que no dejan de salir, con sus batas blancas y verdes, del centro hospitalario, y para iluminar a Natalia, que lee su manifiesto. “Aínda tes tempo. Non fumes; non deixes que fumen o teu lado; participa en programas de diagnóstico precoz; fai mamofragías e o test de sangue oculto en feces. Agora tes tempo de actuar”, advierte esta superviviente.
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