Víctor Manuel: "A mí del escenario me va a echar la gente"

Víctor Manuel para en Ourense en su gira de 75 aniversario

El artista Víctor Manuel presenta el espectáculo de su 75 aniversario.
El artista Víctor Manuel presenta el espectáculo de su 75 aniversario.

Víctor Manuel actúa hoy en Ourense, en Castrelo de Miño, dentro de los Conciertos del Xacobeo. No es un concierto cualquiera, porque tendrá lugar en su cumpleaños número 75 y en el mismo lugar en el que, con su canción “Lazos azules y rosas”, ganó el Festival del Miño en 1967. En el día de su natalicio le dedicarán un tributo Amaral, Andrés Suárez, Dani Martín, Iván Ferreiro, Jorge Drexler, Rozalén, Santi Balmes y Sidonie, con una versión de “Solo pienso en ti”, que compuso en 1978. Qué mejor celebración que estar en un escenario.

¿Por qué la frase “el escenario lo cura todo” para acompañar el nombre de su espectáculo? ¿Qué hay que curar?

Es por dar un salto atrás; esa frase es de un disco de hace 40 años. Y también por la sensación que experimenté el año pasado cuando volví a cantar después de la pandemia, a partir del mes de junio, y me sentí tan bien… Para mí fue como una sanación, como una curación. Volver a subirme al escenario fue fantástico. Por eso se me ocurrió ponerlo aquí para esta nueva gira.

Le afectó a nivel anímico…

Me encontraba como toda la música, ahí postrada sin poder salir de casa, sin poder hacer nada, y de repente ves que sales, y aunque sea con aforos reducidos, pero volver a disfrutar de eso, es curarme, de alguna manera.

¿Cómo ve la sociedad tras la pandemia?

Yo creo que somos iguales. El que era un hijo de puta antes de la pandemia lo va a seguir siendo. Las situaciones límites no solucionan nada, temporalmente sí. Desata la solidaridad con colectivos como el de los médicos, sobre todo porque piensas que estás en sus manos y el que ha pasado por un hospital y ha tenido peligro de muerte sabe valorarlo mejor que los que no lo hemos pasado. Pero después todas las aguas se van reconduciendo y yo no creo que seamos ni mejores ni peores. Somos iguales, a veces de maravillosos y a veces de insolidarios.

León Benavente acaba de estrenar la canción “Viejos rockeros viejos”, que dice “siguen creyendo que son irremplazables / siguen creyendo que lo que hacen importa / hay que saber irse de una fiesta / el tiempo pasa”. ¿Qué opinión le merece?

Hay gente que para hablar de sí misma necesita hablar mal de los demás, le pasa a más de uno. Hablan como si hablasen de todo el mundo y yo realmente no me siento aludido. A mí del escenario me va a echar la gente; cuando nadie vaya, ya sé yo que me tengo que ir a casa. Afortunadamente, esta es una profesión absolutamente libre, en el sentido en que tú dependes única y exclusivamente de poner una entrada a la venta, de poner un disco a la venta, de hacer tu trabajo y que la gente te escuche. A veces son muchos, a veces son menos, a veces son pocos. En el momento en que no sea nadie, tú te vas a tu casa y listo.

El día de su cumpleaños actúa en Ourense. ¿Recordará el Festival del Miño?

Seguro, siempre que nombran Ourense me viene el Festival del Miño a la cabeza. Le suelo contar la historia a gente más joven ahí en Ourense, y a responsables políticos, incluso, y las cosas les sonaban a lejanísimas, porque no lo vivieron. Estoy hablando del año 1967, y el Festival del Miño era uno de los festivales más importantes que había en España. Y a mí se me ocurrió enviar una canción, que yo no canté, y la cantaron Paco Ruano y Los Unísonos, y ganó el festival. Entonces, resulta que yo me encontré, aparte de con el Afilador de Oro, con cien mil pesetas en el bolsillo, y eso era una barbaridad en el año 67. En el año 67 yo vivía al mes con 1.500 pesetas, así que el plan que yo me hacía con aquellas cien mil pesetas era que podía estar 60 meses sin salir a la calle si quería, no tenía que buscarme la vida. Efectivamente, lo que hice después de ese premio, fue encerrarme en casa y componer y buscar canciones y de esas cien mil pesetas vienen “El abuelo Vítor”, “La planta 14”, “La romería”, “Paxariños”, o sea, un río de canciones que me pusieron en el mundo. Y eso se lo debo todo al festival de Ourense de 1967.

También se estrena la versión de “Solo pienso en ti” de varios artistas. ¿Qué se siente ante tal tributo?

Es la canción que más alegrías me ha dado en todos estos años, por lo que significó en su momento, porque cuando yo escribí la canción la discapacidad no era algo tan visible como es ahora, era algo de las casas, de las familias, y por eso todavía hoy me sigo encontrando con mucha gente que me da las gracias. Los que han dado visibilidad a sus hijos han sido las familias, que han peleado para integrarles a la sociedad, para conseguirles trabajo cuando es posible. Ellos sienten que fue estupendo cuando se hizo la canción y ha sido estupendo a lo largo de los años, muy prolongado este cariño mutuo y muy real. Hay que conocer esa residencia Promi, en la provincia de Córdoba, con una historia muy atípica, a la vez que ejemplar, como fue la de Mariluz y Antonio, que, protegidos por la residencia, consiguieron casarse, con la oposición del arzobispo, pero les casó el cura del pueblo, y han tenido tres hijos, dos de ellos universitarios y el tercero mecánico. Son de esas historias que te reconcilian con la vida.

¿Qué le marcó más para bien y qué para mal en su trayectoria?

El positivo es interno: el día que yo les dije a mis padres, con 15 años, “quiero cantar, quiero ser cantante”. Ellos abrieron mucho los ojos porque no sabían de dónde les venía este extraterrestre, sin ninguna tradición familiar ni nada. Y me dijeron, abnegadamente: “Mira, pensábamos gastarnos un dinero en que estudiases, pero, si acaso, lo aplicamos y estudias música y te facilitamos que vivas en Madrid, en casa de la tía abuela”. Eso fue providencial. Igual, si me hubiesen dicho que no, lo habría hecho. Sin embargo, saber que tienes un respaldo familiar para emprender un camino que es toda una incógnita es maravilloso. Después, las cosas negativas que me han pasado siempre han sido exteriores: cosas que te vienen y cosas que te pasan. Tuve un período durísimo entre el 73 y el 78, con una prohibición que era como una losa tremenda en cuanto a la difusión de las canciones, en cuanto a aparecer en televisión, ahí hay un agujero negro tremendo. Afortunadamente, tenía una mujer, Ana Belén, que trabajaba en el cine y que mantenía al resto de la familia. Fueron unos años muy duros.

¿Ahora hay autocensura?

Creo que las redes machacan muchísimo a la gente: al que se sale del tiesto y al que se sale de lo previsible. Están dispuestos a crucificarte de inmediato. Entonces, mucha gente se corta. Por otro lado, está también el espejo de los mayores; quienes saben lo que nos ha pasado a un montón de gente en este país cuando has dicho una cosa que no ha gustado al poder, de qué manera te ponen la proa o te sacan de los sitios y consiguen que se olviden de ti. Después hay gente muy combativa, que llega a extremos de ser enjuiciados, que dicen cosas como “hay que pegarle un tiro al rey”, que a mí, personalmente, no me interesan nada. Pero sí entiendo que hay mucha gente que se autocensura y yo mismo, en algún momento, podría hacerlo. Ahora mismo no escribiría una canción como “No quiero ser militar”, que la escribí con 22 o 23 años y me causó tantos problemas. Son esas cosas tan juveniles que uno decía: “A ver si les toco los cojones a estos y les doy la mañana”. Y eso te devuelve un desprendimiento de nieve que te sepulta. Recordando los problemas que me trajo esa canción, pongo en el presente a cualquier chaval en esa tesitura y digo: “No quiero cantarla”.

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