Simone Saibene
¡BUONE VISIONI!
Valor sentimental
Soñar despierto. Ese es el gran vicio -o la gran virtud- de Walter Mitty, un cuarentón que trabaja como responsable del departamento fotográfico en la prestigiosa revista 'Life' y que colorea su gris y rutinaria vida imaginando que es un héroe capaz de adentrarse en un edificio a punto de explotar o un intrépido aventurero que escala un glaciar.
Pero el gran problema de Walter es que mientras su mente se lanza a vivir estos maravillosos 'momentos Mitty' desconecta totalmente de la realidad, lo que le acarrea no pocos quebraderos de cabeza. Eso... y que su vida es la otra cara de la moneda de sus ensoñaciones: vive enamorado en secreto de una compañera de trabajo a la que no se atreve ni a hablar (Kristen Wiig) y los recortes de personal que llegan a la revista bajo la coartada de 'la era digital' están a punto de dejarlo en la calle.
Su situación, personal y profesional, es crítica y Walter, el bueno de Walter, el quedado de Walter, deberá tomar una decisión: seguir soñando o pasar a la acción.
LA COARTADA IDEAL PARA STILLER
Estas son las líneas maestras de la historia que firma Steve Conrad (En busca de la felicidad, El hombre del tiempo) -cuyo libreto se basa muy libremente el relato fantástico de James Thurber que ya llevó a la gran pantalla Norman Z. McLeod allá por 1947-, y con la que Stiller arma su cinta más equilibrada y brillante como director.
En La vida secreta de Walter Mitty hay muchas cosas, y la mayoría buenas, pero sobre todo hay mucho buen rollo y buen hacer al servicio de la desbordante imaginación del protagonista. Una máquina de trazar situaciones imposibles que es a su vez la coartada ideal para que el Stiller director y el Stiller actor demuestren su valía -puesta en duda en no pocas ocasiones- en variopintas y algo disparatadas suertes.
El primero, el director, consigue convertir las ensoñaciones de Walter en un jugoso y variado espectáculo cinematográfico donde el segundo, el actor, se mueve como pez en el agua. Lo hace, además, sin disimular los referentes que más que parodiar homenajea en sus momentos hilarantes y con una factura técnica impecable en sus pasajes más aparatosos y pirotécnicos.
Mención especial merecen la portentosa fotografía de Stuart Dryburgh y la genial música de Theodore Shapiro. Dos herramientas utilizadas a la perfección para enmarcar la historia en su hábitat natural: escenarios de postal y melodías de ensueño.
Pero La vida secreta de Walter Mitty es algo más que un rosario de divertidas o/y espectaculares secuencias hiladas por una tierna y amable historia de amor y superación personal. La vida secreta de Walter Mitty es una película con alma, con un corazón que no le cabe en el pecho y un extraordinario y agudo sentido de la trascendencia. ¿Qué más necesitan para ir al cine en Navidad?
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