Una historia de lengua y orgullo gallego

DÍA DE GALICIA

El Día de Galicia es, en realidad, un recordatorio de que las identidades no son fijas, pero sí pueden y deben cuidarse

Castelao, padre del nacionalismo gallego
Castelao, padre del nacionalismo gallego | La Región

Galicia ha tenido una historia excepcional en todos los sentidos, y la historia detrás del 25 de julio, coincidiendo con el día de Santiago Apóstol, patrón de Galicia y de España, no iba a ser menos.

Detrás de las connotaciones religiosas, esta es una fecha con un fuerte componente identitario, civil y cultural, que hunde sus raíces en uno de los movimientos más importantes de la historia gallega moderna: las Irmandades da Fala.

El año clave es 1916. En plena A Coruña, un grupo reducido (apenas 20 personas) se reunió con una preocupación común: la situación del idioma gallego. Entre los asistentes estaban figuras como Manuel Lugrís Freire, Uxío Carré Aldao, Francisco Tettamancy o los hermanos Antón y Ramón Villar Ponte. Todos ellos compartían una misma idea: Galicia no podía seguir perdiendo su voz. El castellano era la lengua dominante en la escuela, en la administración, en la prensa. El gallego quedaba relegado al ámbito privado, familiar, rural.

De ese encuentro surgió la primera Irmandade da Fala, presidida por Antón Vilar Ponte. Lo que impulsaba a estas Irmandades era sencillo, pero poderoso: normalizar y prestigiar la lengua gallega. Querían que el gallego recuperase el lugar que le correspondía: en la literatura, en la prensa, en la educación y, por qué no, también en la política.

La idea prendió con fuerza, y aunque su primera vocación era cultural, las Irmandades no tardaron en tomar un rumbo más político. La defensa del idioma y de la cultura propias llevaba, inevitablemente, a la defensa de una identidad nacional gallega. Así nacía el nacionalismo gallego contemporáneo.

La evolución política del movimiento derivó en la creación de dos corrientes principales. Por un lado, la Irmandade Nacionalista Galega, liderada por Vicente Risco y el llamado “grupo de Ourense”, con un pensamiento más intelectualista. Por otro, el Partido Galleguista, encabezado por Castelao, que tuvo un enfoque más social y popular.

Fue este último quien consiguió dar un paso decisivo: impulsar el Estatuto de Autonomía de Galicia en 1936, que aunque no llegó a aplicarse plenamente por el estallido de la Guerra Civil, fue un hito histórico. Reconocía a Galicia como una entidad política con capacidad de autogobierno, algo impensable solo unas décadas antes.

Galicia, como Irlanda

Para entender el impacto de las Irmandades, hay que mirar también al contexto europeo. La Primera Guerra Mundial había terminado y los grandes imperios —el Austrohúngaro, el Otomano— comenzaban a desmoronarse. Al mismo tiempo, nacían nuevos Estados en Europa del Este, y en lugares como Irlanda, el nacionalismo también florecía.

En este clima de redefinición geopolítica, Cataluña, el País Vasco y Galicia empezaron a estrechar lazos. En 1923, surgió Galeusca, una alianza entre los nacionalismos periféricos del Estado que sigue existiendo hasta hoy. Intercambiaban ideas, estrategias y también sueños. Uno de ellos era tener una jornada que celebrara la identidad propia de cada pueblo. Y así nació la propuesta de un Día da Patria Galega, fijado para el 25 de julio.

La elección de la fecha no fue casual. Coincidía con el día de Santiago Apóstol, una jornada ya festiva en Galicia, lo que facilitaba su adopción. Pero el nuevo significado era distinto: se trataba de reivindicar a Galicia no solo como una comunidad religiosa, sino como una nación con lengua, historia y cultura propias.

Cultura: el otro frente de batalla

Aunque la política fue ganando protagonismo, las Irmandades nunca abandonaron su misión cultural. Galicia venía de un siglo XIX de altibajos. El Rexurdimento había traído esperanza, con figuras como Rosalía de Castro y Eduardo Pondal, pero a principios del siglo XX la situación era aún precaria.

Fue entonces cuando surgieron nuevos referentes culturales: Castelao, Vicente Risco, Ramón Otero Pedrayo, Ramón Cabanillas, Florentino López Cuevillas, Antón Losada Diéguez, Ánxel Casal, Armando Cotarelo, entre otros. Todos ellos entendieron que la recuperación de Galicia no podía limitarse a discursos políticos: había que escribir en gallego, editar en gallego, pensar en gallego.

Un ejemplo fue la revista A Nosa Terra (1907) mucho antes de la creación formal de las Irmandades, pero que funcionó como uno de sus principales altavoces. En sus páginas escribieron muchos de estos intelectuales, como Manuel Murguía, marido de Rosalía de Castro, y uno de los pioneros en reivindicar una Galicia con historia propia.

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