Alexandro, el paisaje imaginado

“A senda proscrita”, el camino desde Santiago a Fisterra une a dos creadores ourensanos: el pintor Alexandro y el escritor Alberto Cacharrón.

La Revista | Entrevista con Alexandro, el pintor que se impregna del paisaje

El camino antes del camino, así podría sintetizarse la idea que desarrollan Alexandro y Alberto Cacharrón en el libro “A senda proscrita”. Cacharrón (Montederramo, 1962), profundo conocedor de todos los caminos que llevan a Compostela, escribe los textos de este libro que aborda el itinerario a Fisterra que la tradición xacobea convirtió en suyo en la Edad Media, aunque ya lo recorrían los celtas muchos siglos antes. Alexandro (Ourense, 1949) lleva años viviendo en Muxía y está impregnado de ese paisaje cargado de sal y misterio que ahora nos revela en los cuadros que ilustran esta obra. Unos cuadros que formarán parte también de una exposición que abrirá en la Cidade da Cultura en Santiago y luego en Ourense. Con ambos me encuentro en el restaurante El Coto, en Ourense, lugar que eligen ellos porque fue donde fraguaron el proyecto del libro que ahora sale a la calle. Antes de hablar del libro, indagamos sobre la historia de uno de sus autores, el pintor Alexandro.

¿Cuándo apareció su primer deseo de ser pintor?

De niño. Yo le pedía a los Reyes Magos, pinturas, acuarelas… pero como mi padre era militar, me traían pistolas, tanques, soldaditos de plomo… En casa teníamos una grandísima colección de soldaditos de plomo, regimientos enteros.

Imagino que su padre tenía planes para su futuro que nada se acercarían a lo que luego sucedió

Mi padre quería que fuese algo de provecho. Ingeniero de caminos, militar, marino… De hecho fui a una academia preparatoria para ingresar en la Escuela Naval de Marín, pero me echaron a los tres meses por falta de espíritu militar. Fue una de las cosas más bonitas que me ocurrió en mi vida. Al final pude ir a Madrid a estudiar lo que yo quería. Iba al Círculo de Bellas Artes, que entonces dependía de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando a aprender todas las técnicas, dibujo, pintura, acuarela, gouache… Fui a París con una beca a finales de los sesenta y a Berlín con otra. Allí estuve entre 1970 y 71

¿Pintó en el muro de Berlín?

Sí. Y nos peleábamos por los mejores sitios para pintar sobre él. Especialmente en las inmediaciones de la Puerta de Brandeburgo. Todos los que estábamos estudiando arte allí, pintamos en el muro. Berlín era una maravilla de ciudad en aquel momento. Desde el punto de vista artístico siempre compitió con París. Allí nace el expresionismo y luego se extiende a todo el mundo. Si no fuese por el dominio nazi y la Segunda Guerra Mundial, el expresionismo abstracto no hubiese llegado a Estados Unidos, porque los artistas no habrían emigrado allí.

Alexandro (izquierda), con Alberto Cacharrón, en Ourense.
Alexandro (izquierda), con Alberto Cacharrón, en Ourense.

¿Nace ahí su querencia por el expresionismo?

Por el expresionismo en su vertiente más figurativa. El abstracto no me interesaba. Pienso en artistas como Lucian Freud.

Y de Berlín, a Ourense.

En Berlín llevaba una vida bohemia y en Ourense, también, porque teníamos muy poco dinero. De regreso aquí conocí a Vidal Souto, a Acisclo y a Xaime Quessada. Nos hicimos muy amigos y con Xaime que, aunque era mayor que yo tenía un espíritu muy joven, tuve una relación muy estrecha. Incluso pasaba largas temporadas en su casa en Ibiza, pintando, aunque la luz del Mediterráneo no me gustaba. Daba colores demasiado luminosos. Prefiero la luz del Atlántico.

Madrid, París, Berlín, Ourense… aquí pasó poco tiempo y se volvió a marchar. ¿Mantuvo usted esa vida trashumante que vivió de niño con un padre militar?

Es verdad. Cuando era niño, íbamos allí donde destinaban a mi padre. Sus hijos nacimos cada uno en una ciudad diferente. En Ourense paré poco tiempo porque pronto me fui de nuevo, primero a Madrid, luego a Barcelona. Allí tuve estudio durante cuatro años.

¿Se podía vivir de la pintura en aquellos tiempos?

Nunca se pudo vivir de la pintura. Se podía sobrevivir, igual que ahora. Pero entonces, había otras cosas. Las galerías te trataban de otra manera e incluso había interés por el arte en el público en general. Quien no tenía dinero para un cuadro te compraba un dibujo. En aquella época, hablamos de 1984, Vidal Souto y yo empezamos a pintar los murales de la prisión de Pereiro de Aguiar.

¿Cómo nace el libro “A senda proscrita?

Pues aquí mismo. En esta misma mesa. Pero es mejor que te lo cuente Alberto.

Alberto Cacharrón: Se lo espeté a Alexandro así en frío: ¿qué te parece si hacemos algo a medias con el Camino de Santiago, con este tramo que no hay nada escrito sobre él? Y le faltó tiempo para decirme que sí. Pensamos en hablar con Teófilo para que nos editase él el libro. “Bueno, a ver que dice Teófilo”, especulaba Alexandro. Y Teófilo, que es un editor estupendo nos animó y nos arropó. Y a partir de ahí fue todo muy rápido. Hablamos de febrero de este año. Yo ya tenía escritos casi en su totalidad los textos porque pensaba hacer algo sobre ese camino, ya que era el único del que todavía no había escrito nada. Se los pasé a Alexandro y de vez en cuando iba por su estudio en Muxía, hablábamos del tema, y cuando yo me iba él se ponía a pintar.

Alexandro, ¿Cómo te planteaste tu parte, como unas ilustraciones que apoyaban los textos o un trabajo independiente?

Leí los textos de Alberto, hablamos muchas veces del tema. Con todo eso buscas que tu trabajo y el del escritor vayan por el mismo camino. Pero yo quería que mis cuadros contasen por sí mismos una historia, es decir que el libro cuenta dos historias, la de Alberto y la mía y ambas se entrelazan.

El lector va a descubrir que ese camino ya existía antes que los caminos a Compostela ¿no es así?

Son historias que ahondan en épocas anteriores al propio camino de Santiago y que se escapan de ese concepto religioso. Al contrario, tratan de describir cómo en un momento la religión se apropia de una tradición anterior. Pero es algo que sucede con todos los caminos. Es un camino de meigas, de Santa Compaña, un camino que recorre toda la historia de Galicia, desde antes de la existencia de Compostela hasta el mundo contemporáneo.

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