PREMIO FORQUÉ
José Manuel Lorenzo, más osado que valiente
La marea está baja en los mares interiores de Galicia. La mayor parte de los 62 embalses que existen en nuestra comunidad fueron construidos para la producción de energía eléctrica. Empresas como Fenosa, Saltos del Sil, Iberduero (que después se convirtió en Iberdrola) y Endesa aglutinan la mayor parte de esas obras de ingeniería que cambiaron el paisaje de los ríos gallegos. De todas las provincias, la más afectada fue la de Ourense. 31 de los 62 embalses se encuentran en ella. Ese no es su único hito. También tiene el raro privilegio de haber sido uno de sus ríos, el Limia, el primero en ser embalsado con una gran presa, la de As Conchas, en 1949. Y ese mismo río se convirtió también en el último, cuando en 1992 cerró sus compuertas la presa de Lindoso, ya en tierras portuguesas, pero anegando un amplio valle en los municipios de Entrimo y Lobios.
Castrelo fue la presa con más rechazo popular
El Limia ya había sido estudiado por sus posibilidades para la generación de energía hidroeléctrica con anterioridad. Un hermano del arquitecto Antonio Palacios, Jesús, había adquirido los derechos para la explotación hidroeléctrica en territorio portugués en 1907, junto con su socio Justo Antunes Guimarães. Años más tarde, en 1919 recibe la concesión para la construcción de la presa de As Conchas, que no llega a ejecutar (fallece en 1922), pero sí es transmitida al Banco Pastor. Dos décadas más tarde, en 1943, el entonces presidente del banco, Pedro Barrié de la Maza, funda Fenosa, acrónimo de Fuerzas Eléctricas del Noroeste, Sociedad Anónima y la primera gran presa que acomete es la de As Conchas cuya construcción se inicia una vez finalizado el proceso de expropiación. En septiembre de 1949 entra en servicio.
El embalse, con un volumen de agua de 80 hectómetros cúbicos, anega una superficie de 214 hectáreas y con ellas lo que quedaba del antiguo balneario de Baños de Bande, en San Xoán de Portoquintela, un modesto establecimiento fundado a principios del siglo XX, y los restos del todavía más antiguo establecimiento termal que los romanos habían fundado dos siglos antes, al lado del campamento de Aquis Querquennis, una de las mansiones de la Via Nova de Braga a Astorga, con guarnición militar permanente, cuyos restos todavía son objeto de investigación arqueológica cuando el nivel del agua baja lo suficiente para permitir los trabajos de campo.
Ese mismo año, en diciembre, es inaugurado un embalse más pequeño en el municipio de Montederramo, también construido por Fenosa. Se trata del de Leboreiro sobre el río Mao, con 4 hectómetros cúbicos de volumen de agua embalsada y una superficie anegada de 57 hectáreas. El autor del proyecto es Luciano Yordi, un ingeniero coruñés que será muy prolífico en el diseño de presas y embalses en la Galicia de los años siguientes.
Los primeros embalses tienen como destino cubrir las necesidades de suministro eléctrico de ciudades gallegas, como Ourense, A Coruña, Vigo… Pero a medida que avanza la industrialización en el País Vasco, Madrid, Cataluña, la demanda eléctrica crece y a partir de las décadas de 1950 a 1970 se construyen las grandes presas en la provincia de Ourense. La primera de ellas es la de Santo Estevo, en el municipio de Nogueira de Ramuín, pero que invade el valle del Sil en los de Sober, Parada de Sil, A Teixeira, Castro Caldelas, creando un brazo de agua de 737 hectáreas, con una capacidad para embalsar 213,20 hectómetros cúbicos. La presa, de 115 metros de altura es la más grande que existe en la provincia hasta ese momento (As Conchas tenía una altura de 90 metros).
Y lo seguirá siendo hasta que en 1971 sea superada por As Portas, en el municipio de Vilariño de Conso, con 141 metros de altura, convirtiéndose así en la más alta de Galicia y el embalse que genera en el pequeño río Camba resulta desproporcionadamente grande. Este afluente del Bibei, que nace en la Serra de San Mamede, en Laza, pasa por Campobecerros, en Castrelo de Val siendo todavía un pequeño arroyo. Pero a partir de ahí, su cauce comienza a inflamarse como consecuencia de la presa que está varios kilómetros aguas abajo, hasta crear un lago artificial de casi 12 kilómetros cuadrados, capaz de albergar un volumen de agua embalsada de 535,7 hectómetros cúbicos.
Estas grandes obras hidráulicas se convierten durante varias décadas en una gran fuente de empleo de larga duración, pues su construcción se prolonga durante años. Como consecuencia de ello, se llegan a construir poblados para los obreros, algunos de los cuales se trasladan a ellos con sus familias, al igual que los ingenieros y técnicos que están al frente de las obras, para los cuales las empresas constructoras reservan viviendas mucho más cómodas, con mejor equipamiento y complementan el entorno con espacios de ocio. Han pasado cincuenta años desde la inauguración de la presa de As Portas. Pero todavía hay vecinos de este municipio que recuerdan el impacto que tuvieron esas obras en la vida económica del pueblo. Durante casi diez años movilizó entre cinco mil y diez mil trabajadores. Cuatro décadas después, volverían las grandes obras de ingeniería a esta comarca, con la construcción de la línea de alta velocidad y en concreto de los túneles de Vilariño y Bolaños que discurren casi en paralelo al embalse. Pero el impacto económico no fue comparable con el de la presa. Años después de As Portas, se construyó en el mismo municipio la última presa en la provincia de Ourense, en el río Cenza. Su singular presa escalonada tiene una longitud de coronación de 650 metros y una altura de 49. El impacto ambiental de esta presa fue enorme, pues supuso el destrozo de la más grande de las morrenas glaciares de Galicia. Su obra fue concluida el último día de 1993.
Aquellas obras que generaron riqueza en el entorno durante su construcción, dejan ahora un escaso porcentaje de los grandes beneficios que generan en el entorno. Se ha llegado a dar la paradójica situación de que en aldeas muy cercanas al entorno de las grandes presas las casas seguían sin alumbrado eléctrico o con un suministro muy débil, objeto de constantes apagones.
Desde el pequeño embalse de Casoio, en Carballeda de Valdeorras, hasta el de San Pedro, a poca distancia del pueblo de Os Peares, donde cede sus aguas al Miño, el Sil es un constante generador de kilovatios. Porque el agua que pasa por la primera turbina, vuelve a hacerlo en la presa siguiente. Desde que el Sil entra en la comarca de Valdeorras hasta que desagua en el Miño sigue una sucesión de presas por Carballeda, A Rúa y Petín, Quiroga… Y antes ha pasado por las presas de sus afluentes, como el Camba, el Bibei, el Mao, el Xares…
En algunas de esas zonas anegadas por los embalses lo que se producía era un daño ecológico pero como había poca población en el entorno el impacto social resultaba menor. No sucedió así con el Miño aguas abajo de Ourense, donde las presas de Castrelo de Miño y Frieira supusieron el empobrecimiento de uno de los valles más fértiles de Galicia: El Ribeiro. No solo por sus viñedos. También por la huerta y por la riqueza que el río aportaba con la pesca de especies como la anguila, la lamprea y el salmón.
La tradición en la pesca de lamprea y anguilas en el Miño se extendía hasta Portomarín, donde todavía quedan restos de pescos, construcciones ribereñas para facilitar la captura de peces mediante la colocación de artes de pesca de diferente tipología. Untes, Alongos, Castrelo de Miño, Cenlle, Ribadavia, tenían fama por sus anguilas. Los bares y restaurantes de la zona que todavía las venden las tienen que importar de otros ríos como el Verdugo, o incluso de Francia. Se perdieron algunas fuentes termales que quedaron anegadas bajo las aguas de los embalses, como las de Castrelo de Miño, sulfurosas como las de Prexigueiro y Laias. Incluso parte de los manantiales de Cortegada quedaron bajo las aguas del embalse de Frieira, el último construido en el Miño, que entró en servicio en 1970.
Pese a que la mayor parte de estas presas fueron construidas durante el franquismo y eso suponía una dura represión ante cualquier protesta porque la producción hidroeléctrica era uno de los objetivos prioritarios de Franco para reducir la dependencia energética, la indignación de los vecinos superó al miedo en el Ribeiro y más en Castrelo de Miño, donde las protestas no pudieron ser reprimidas y contaron con el apoyo de escritores e intelectuales. Pese a todo, la presa se hizo.
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