PREMIO FORQUÉ
José Manuel Lorenzo, más osado que valiente
La semana pasada presentó en el Foro de La Región su libro de memorias, “Sin etiquetas”. Pero la cita fue mucho más para Chelo García-Cortés Cadavid (Ourense, 1951), porque fue su reencuentro con familiares y amigos, con el escenario de su juventud y del inicio de su carrera profesional. La vocación del periodismo le llegó a través de la radio, siguió con la prensa y finalmente se adentró en el mundo de la televisión. Licenciada en ciencias de la información por la Universidad Autónoma de Barcelona ha visto evolucionar el periodismo del corazón a lo largo de medio siglo.
La verdad es que nunca me lo había planteado. Siempre cuento que la elección de mi profesión fue una casualidad. Empecé en Ourense en La Voz del Miño, luego estuve en Radio Popular y en 1974 me fui a Barcelona, a Radio Miramar.
Mucho. Y me sigue gustando hoy día. Es un medio apasionante y ahora que he descubierto los podcasts, me encanta. Pero cuando comencé, a las mujeres nos tenían en muy poca consideración profesional. Ellos eran periodistas y a nosotras nos llamaban locutoras. Y es cierto, hacíamos programas musicales, pero también entrevistas, éramos mucho más que locutoras.
Llegó al poco tiempo. Barcelona era una ciudad con una vida artística y cultural muy intensa y era habitual que por ella pasasen artistas, actores, actrices… José Manuel Parada y yo, que entonces éramos pareja, empezamos a hacer entrevistas. A mí me gustaba mucho la fotografía, mi padre me había regalado una cámara y recuerdo que la primera entrevista que hicimos fue al actor Ismael Merlo, que vivía entonces su reconciliación con Vicky Lagos y se la vendimos a la revista Hola, que la publicó. Y a partir de ahí empezamos a hacer entrevistas para la prensa del corazón. Cuando nos separamos sentimentalmente también lo hicimos profesionalmente y cada uno fue por su lado. Empecé a trabajar para la revista Lecturas y ahí ya hacía yo sola los reportajes y las entrevistas, tanto las fotos como los textos.
Es cierto, sí. La prensa del corazón pagaba muy bien y era un trabajo muy bien considerado. Y al cumplir los 25 años hice el examen de acceso a la universidad que había para los mayores de 25 porque quería estudiar periodismo.
Fue una época delirante porque compaginé los estudios de Ciencias de la Información en la Autónoma con mis dos trabajos: el de la radio y en Lecturas. Cuando terminé la carrera dejé la radio y me dediqué por completo a la prensa. Tuve una página fija en la revista Diez Minutos que se llamaba “Por las ramblas” y finalmente me dediqué de lleno a Lecturas durante muchos años, hasta que la revista fue vendida a RBA y me fui. Al poco tiempo me llama el dueño de Hola, Eduardo Sánchez Junco para que trabaje para él y ahí comenzó mi etapa con Hola hasta que la televisión me absorbió tanto que ya no podía hacer prensa.
Empecé en 1997 con Jordi González en un programa en TV3 que se llamaba “Las mil y una” y al poco tiempo me llama Antonio Robles, el director de “Sabor a ti” para trabajar con Ana Rosa Quintana. Ahí comenzó mi periplo en Antena 3, casa en la que estuve hasta que en 2011 me fui a Telecinco, donde estoy ahora.
Yo no diría que ha sido para mejor o para peor. Hay que pensar en que se trata de un cambio muy grande por muy diversas razones. En el aspecto tecnológico, hemos pasado de la fotografía analógica a la digital, tenemos internet, móviles… los medios de los que se dispone ahora son impresionantes con respecto a lo que había cuando yo empecé. También es cierto, hay fenómenos que entonces no existían, como las redes sociales que han significado una transformación, porque ahora los famosos cuentan su vida a través de las redes sociales, los sigues por Instagram, por ejemplo. Hace treinta o cuarenta años, conseguías una exclusiva y sabías que la tenías tú. Yo me cogía un avión, rápido para competir con las agencias. Luego todo fue evolucionando, primero con la llegada del ordenador, luego todo lo demás. Yo lo que he hecho es evolucionar con los cambios. Tenía dos opciones: o evolucionas o te quedas en casa.
La idea del libro fue una propuesta de la editorial y yo puse dos condiciones. La primera de ellas era que yo las contaba pero no las escribía. Puedo escribir sobre ti. Pero no me gusta escribir sobre mí y pedí que buscaran a alguien que quisiera conocer mi vida y plasmarla en un libro. Y la segunda era no hablar de la intimidad de los personajes que yo conozco, porque es algo que no he hecho hasta ahora y no lo haré nunca y menos en un libro. Me presentaron a Alba Serrano que es una joven escritora catalana, y nos pusimos a ello. Durante un año estuvimos viéndonos, y lo le iba contando. Fueron muchas horas hasta que se terminó el libro.
El libro, antes de salir lo leí y lo releí. No hay nada de lo que se escribe en él que yo no haya querido que se publicase. Con respecto a mi vida personal, siempre me he sentido muy libre y al mismo tiempo muy respetada por las personas que me importan, que eran mi padre, mi hermano, mi familia y mis amigos. Nunca he tenido problemas y siempre tuve claro qué quería ser y cómo quería vivir. Por otra parte, yo viví en libertad sin hacer daño a nadie. Siento que hay jóvenes de hoy día que tienen muchos problemas a la hora de poder expresar su identidad sexual y las familias no lo entienden. Pero hay que darle la naturalidad que merece que las personas somos libres de enamorarnos de quien queramos.
Ni se me pasa por la cabeza. Yo sigo trabajando, en primer lugar, porque me gusta, en segundo, porque me da fuerza. Pensar que dentro de un rato tengo que coger el AVE para ir a Madrid y que tengo que arreglarme, eso me da vida. Esta es una profesión que te permite seguir trabajando sin pensar en la jubilación. Mientras tenga fuerza no me jubilo. Otra cosa es que el público quiera jubilarme.
He descubierto esa forma de radio que se hace con los podcast y me gustaría participar en cuantos programas de podcast me inviten. Ayudar a todas las organizaciones LGTBI+ y sobre todo, continuar en lo que estoy haciendo, que me lo paso muy bien. Es verdad que hay momentos en los que puedes pasarlo mal, pero en el cómputo general estoy muy satisfecha. Yo al programa “Sálvame” le debo muchas cosas. He aprendido a hacer una televisión distinta, un show continuo de cinco horas, en el que todo se hace muy rápido. Antes se decía que la radio era el medio más rápido. En televisión también se vive la actualidad de una manera tan rápida que incluso cinco minutos antes de empezar el programa hay que romper la escaleta y tirar por otro camino. Claro que eso se puede hacer porque hay un gran equipo detrás.
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