La comarca de Valdeorras, más que godello

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Los otros oros de Valdeorras: la comarca más oriental de Galicia es una frontera en la que conviven el paisaje mediterráneo y el atlántico, el valle y las montañas más altas, el viñedo y bosques ancestrales

Valdeorras, un tesoro en Ourense
Valdeorras, un tesoro en Ourense | Archivo

Los romanos fueron, con toda probabilidad los primeros extranjeros que llegaron a Valdeorras. No viajaban atraídos por el paisaje de esta tierra. No venían a hacer turismo ni a enseñarle latín a los gigurros, sino a explotar la riqueza aurífera del Sil, desde Montefurado hasta las Médulas. El oro le dio a Valdeorras visibilidad en el imperio romano, lo que se materializó con la construcción de la Via XVIII. Item alio itinere, es decir, otro camino, entre Braga y Astorga. Además de ser más corto, la Via Nova, era más moderna y conectaba el oro del Sil con Roma. Dieciocho siglos después Valdeorras son otros oros, los que sostienen la riqueza de Valdeorras, la pizarra, el godello

La comarca más oriental de Galicia tiene una extensión de casi mil kilómetros cuadrados que se reparten en nueve municipios: O Barco de Valdeorras, O Bolo, Carballeda de Valdeorras, Larouco, Petín, A Rúa, Rubiá, A Veiga y Vilamartín de Valdeorras. Desde el punto de vista geológico es el territorio con más diversidad de toda Galicia. Suelos arcillosos, graníticos, pizarrosos y calizos. Esa diversidad se traspone también a la vegetación. Además de castaños, robles, alcornoques y coníferas que están presentes en otras comarcas de Ourense, en Valdeorras es posible encontrar el bosque más antiguo de Galicia, el Teixedal de Casaio en el que más de cuatrocientos tejos, muchos de ellos con más de cuatro siglos de edad, conviven con acebos, fresnos, serbales de cazadores y algún que otro roble. Los tejos resisten los envites del tiempo e incluso de los incendios forestales, a mil quinientos metros de altitud, al pie de Pena Trevinca, la montaña más alta de Galicia que también se encuentra en esta comarca, entre los municipios de Carballeda de Valdeorras y A Veiga.

Viñedos en Valdeorras
Viñedos en Valdeorras

Si un bosque de tejos es una singularidad, también lo es la existencia de un gran encinar en suelo gallego, salvo que nos encontremos en la Serra da Enciña da Lastra, en Rubiá de Valdeorras, un parque natural de 31,5 kilómetros cuadrados que nos acerca a un paisaje más mediterráneo que gallego, con bosques de encinas, prados tapizados de lavanda y tomillo y la encina más longeva de Galicia, que lleva en pie y viva más de siete siglos. El suelo calizo tiene mucho que ver en ello, al igual que en la formación de numerosas cuevas o palas. Hay doscientas catalogadas y muchas de ellas están cartografiadas para servir de orientación a los aficionados a la espeleología que tendrán, eso sí, que pedir permiso. El centro de visitantes de Biobra es el punto de acceso e información para conocer tanto la localización de las cuevas como las rutas de senderismo que es posible recorrer en este parque.

Las cuevas

El parque de la Serra da Enciña da Lastra no es el único territorio famoso por sus cuevas, aunque aquí no fue la mano del hombre la que las creó sino la naturaleza. Muchas fueron refugio para osos. Otras, sirvieron de abrigo para los primeros habitantes de estas tierras. Pero en el resto de Valdeorras vamos a encontrar otro tipo de cuevas, as covas, excavadas en roca para aprovechar la estabilidad de su temperatura y humedad, verdaderas despensas para el vino, sobre todo en el pasado, cuando también era el lugar en el que se elaboraba, aprovechando esas condiciones de ambiente inalterable a lo largo de todo el año, mientras en la superficie se sufrían las temperaturas extremas del verano o el frío gélido del invierno.

Vilamartín de Valdeorras es el municipio con mayor número de covas, supera las cuatrocientas, la mayoría de ellas entre las parroquias de Vilamartín y Valencia do Sil. Pero también se encontrarán cuevas en Rubiá, O Barco, A Rúa, Petín y, sobre todo, en Larouco. Es la Valdeorras subterránea que atesora bajo tierra un auténtico tesoro etnográfico. Y no es el único que se ha creado para desarrollar la actividad vitivinícola de una región en la que buena parte de su territorio también está amparado por la denominación de origen que recibe el nombre de Valdeorras. Los bancales en los cañones del Bibei tienen siglos de historia tras de sí. Los veremos en O Bolo, haciendo frontera con otra región vinícola: la Ribeira Sacra ourensana de Manzaneda y Trives. Es la viticultura heroica valdeorresa, no solo por la pendiente que tienen estos viñedos, también por la pobreza de su suelo que hace que las cepas tengan que esforzarse tanto como los viticultores para prosperar. Y si nos acercamos a Larouco, además de la ruta de las covas podremos hacer otra por los lagares rupestres que se han recuperado y catalogado en los últimos años.

El Sil

La comarca de Valdeorras se configura alrededor de la cuenca del Sil y sus afluentes. El Xares, que llega desde A Veiga hasta el Bibei entre O Bolo y Larouco y el Bibei que forma imponentes gargantas en O Bolo y luego se adentrará por tierras de Manzaneda y Trives para acabar en el Sil cerca de Montefurado. Esta cuenca fluvial no solo determina el paisaje, también la principal actividad agrícola que es la viticultura. El viñedo de los valles y el viñedo de montaña, que se lleva cada vez a mayor altitud para afrontar los rigores de las temperaturas extremas que ocasiona el cambio climático.

La elaboración del vino es una actividad ancestral en este territorio, que cuenta con denominación de origen desde hace ochenta años y abarca ocho de los nueve municipios de la comarca (todos menos A Veiga), pero que ya tenía importancia económica para la comarca mucho tiempo atrás. Sobre todo desde que llegó el ferrocarril, en la década de 1880 y el vino pudo empezar a viajar hacia mercados de Galicia y del resto de España. Y no solo con vinos a granel. También se embotellaba e incluso se realizaban elaboraciones totalmente inusuales en el resto de Galicia. Como el espumoso. El primer espumoso gallego del que se tiene noticias fue el “champagne” que elaboraba el bodeguero de Petín Marcial González que ganó una mención honorífica en la Exposición Universal de Barcelona de 1888, tal como lo ha documentado Aurelio Blanco Trincado, presidente del Instituto de Estudios Valdeorreses. Otro de los hitos fue la puesta en marcha del Plan ReViVal, en 1974, que recuperó la uva godello. El éxito de su promotor, Horacio Fernández Presa queda acreditado cincuenta años después, cuando los godellos se han convertido en la principal enseña de Valdeorras, marcando un camino que luego seguirían otras regiones vinícolas. El oro líquido, no es solo el godello, pues esta es tierra que también propicia excelentes tintos.

Para el viajero que llegue a Valdeorras y busque naturaleza, la encontrará en todos y cada uno de sus rincones. La más agreste y alejada de se encuentra en A Veiga: allí verá lagunas de origen glaciar, ciervos, gamos, águilas reales. Al lobo no lo verá pero seguro que él si al visitante. Y verá uno de los cielos más limpios para observar las estrellas. Puede hacerlo a simple vista, con sus propios instrumentos o acudiendo al observatorio del Centro Astronómico Trevinca.

El puente de la Cigarrosa cruza el Sil en Petín.
El puente de la Cigarrosa cruza el Sil en Petín.

Entre ruta y ruta, no será dificil toparse con las joyas del patrimonio histórico y monumental. En la carretera que va de A Rúa a A Veiga, nos cruzaremos con tres: la primera, el puente de A Cigarrosa. El que hoy se ve es del siglo XVI, pero todavía conserva restos de su primer diseño romano, pues formaba parte de las obras de ingeniería de la Via Nova. Al acercarnos a O Bolo, la torre del homenaje del que fuera el castillo de O Bolo, hoy convertida en centro de interpretación que nos adentra en la vida en las fortalezas medievales. Y la tercera, la más grande y al mismo tiempo la más escondida: el Santuario de As Ermidas. El barroco se manifiesta en todas su magnificencia en este santuario mariano que acaba de cumplir cuatrocientos años de historia y es uno de los lugares de peregrinación más visitado de la provincia. Pero estos son solo tres ejemplos de un amplio catálogo que abarca castillos, pazos, iglesias y pequeños núcleos urbanos con encanto y otros no tan pequeños, como el de O Barco.

El puente de la Cigarrosa cruza el Sil en Petín.
El puente de la Cigarrosa cruza el Sil en Petín.

¿Y la gastronomía? También hay joyas singulares. La más conocida es el botelo, elaborado con carne magra, costilla y huesos del espinazo, todo de cerdo, embutido en el estómago del mismo animal, ahumado y curado al frío. El botelo es el más grande (hasta cinco kilos) de todos sus hermanos, el botillo berciano y el butelo de la montaña lucense. O las empanadas: de costrelas, con costilla de cerdo con su hueso (que tienen su fiesta en A Rúa) y las de maravallas o acelgas, que son propias de O Barco, la miel de la montaña y la faba loba cultivada en A Veiga.

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