Las reinas del viñedo gallego

VARIEDADES AUTÓCTONAS

Albariño en Rías Baixas, Godello en Valdeorras y Monterrei, Treixadura en el Ribeiro y Mencía en Ribeira Sacra son las variedades que dominan dentro de una viticultura que se caracteriza por una extraordinaria diversidad

Viñedos en el municipio de Beade, donde convive la gran diversidad de variedades del Ribeiro, tanto blancas como tintas.
Viñedos en el municipio de Beade, donde convive la gran diversidad de variedades del Ribeiro, tanto blancas como tintas.

Albariño, mencía, godello y treixadura son las cuatro variedades autóctonas que dominan el viñedo gallego. Adaptadas a las condiciones climáticas y de suelo, cada una reina en una o más denominación de origen: albariño en Rías Baixas, treixadura, en el Ribeiro, godello en Valdeorras y Monterrei y mencía en la Ribeira Sacra. Pero su distribución está repartida por toda Galicia.

De las 33.604 hectáreas plantadas con uva destinada a la elaboración de vino en Galicia solo un tercio está amparado por alguna de las cinco denominaciones de origen o de las cinco indicaciones geográficas protegidas que hay reconocidas en nuestra comunidad autónoma. Según la última publicación del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), albariño es la uva autóctona con mayor superficie de cultivo: 6.476 hectáreas, de un total de 6.739 hectáreas que hay plantadas en toda España, es decir, el 96,1 por ciento de todas las cepas de albariño plantadas en España se encuentran en Galicia. Valencia, con 113 hectáreas se encuentra a un muy distanciado segundo puesto, en el que le siguen Cataluña (77), Cantabria (30), Castilla-La Mancha (24), La Rioja (6) y Andalucía y Asturias con dos hectáreas en cada una de ellas. A partir de la década de 1990 los vinos elaborados con albariño comenzaron a recorrer el mundo y su éxito y su popularidad se ha ido extendiendo hasta el punto de ser la uva gallega con más superficie cultivada fuera de España: en Estados Unidos ya hay más de 400 hectáreas en los estados de la costa oeste, desde California a Washington. En Uruguay, 150 hectáreas y hay plantaciones en Argentina, Brasil, Australia, Nueva Zelanda y países de Europa del Este. Después de Galicia, la mayor superficie cultivada con albariño es Portugal, que supera las 5.000 hectáreas. Allí se la llama alvarinho.

La segunda variedad blanca por superficie cultivada es la godello, con 1.509 hectáreas, la mayoría de ellas en la provincia de Ourense. Valdeorras es la región vinícola que más apostó por esta variedad, la que más hectáreas tiene dedicadas a su cultivo y la primera que puso en marcha un plan para su recuperación, el plan Revival, que el año pasado cumplió medio siglo desde su puesta en marcha. El Bierzo es la segunda región vinícola con más godello, donde se encuentra la mayoría de las 502 hectáreas plantadas en Castilla y León, seguida de Cataluña (28), Cantabria (18), Valencia (12) y Asturias (6).

La treixadura, la reina del Ribeiro, tiene una superficie total cultivada de 1.097 hectáreas, de las que 1.093 se encuentran en Galicia, lo que representa el 99,6 por ciento. Más del 97 por ciento de los vinos blancos gallegos tienen al menos una de estas tres variedades y es en el Ribeiro donde predomina el ensamblaje de dos o tres de ellas e incluso con otras de cultivo más minoritario. Esa es la gran diferencia entre el Ribeiro y el resto de las denominaciones gallegas donde existe una tendencia cada vez más creciente hacia vinos dominados por una única uva o incluso monovarietales.

Antonio Muñoz, director técnico del grupo Bodegas Gallegas se muestra partidario de los vinos polivarietales y señala al Ribeiro como un ejemplo que permite crear una gran diversidad a partir del elevado número de varietales que hay plantados y a las diferentes características de los valles y zonas de cultivo dentro de la misma denominación de origen. “No estoy en contra de los monovarietales –explica— pero entiendo que donde mejor se expresa la gran riqueza de nuestros vinos es en los plurivarietales donde cada uva ayuda a conseguir un conjunto que es mucho más que la suma de sus partes, como ocurre con los ingredientes de un cocido, los colores en una obra pictórica o los instrumentos en una composición musical. El Ribeiro, por tradición, fue la zona en la que siempre se plantaron todas las variedades: Treixadura, albariño, godello, loureira, torrontés, lado, caíño…Y ese es, en mi opinión el gran valor diferencial del Ribeiro, frente a otras denominaciones que apostaron más por una variedad, como Rías Baixas con el albariño o Valdeorras con el godello”.

“Con esto no quiero decir que esté contra los monovarietales, porque tienen sus cualidades –aclara Antonio Muñoz—. Por ejemplo, ver la diferencia de un suelo y una zona frente a otras. No es lo mismo un albariño del salnés al lado de la ría de Arousa o de Pontevedra, en el que casi percibes ese carácter salino que da el mar, que otro de Arbo. O un godello de Valdeorras frente a otro de Monterrei o del Ribeiro o Ribeira Sacra. Que no digo que sea uno mejor que otro, sino que cada territorio, cada suelo aportan diferentes matices y un monovarietal te sirve como patrón para comprobar esas diferencias”.

Muñoz considera que la querencia por los monovarietales es una tendencia que viene de la exportación, siguiendo las mismas corrientes que ya existían con los vinos de variedades como las francesas cabernet sauvignon, chardonnay, merlot, syrah, etcétera, muchas veces cultivadas en diferentes puntos del mundo. “Es el efecto de la globalización –apunta Pablo Vidal, enólogo y elaborador de vinos en Ribeiro, Valdeorras y Ribeira Sacra. Él también es partidario de vinos plurivarietales, “porque cada variedad tiene sus propias características, unas aportan acidez, otras, estructura, otras, untuosidad que en la suma hacen de un vino mucho más rico y expresivo”.

Vidal también reconoce que la tendencia del mercado va hacia los monovarietales lo que está deviniendo en una pérdida de diversidad en el viñedo gallego, sobre todo en aquellas denominaciones que más apuestan su identidad por una uva, algo que también empieza a suceder con el Ribeiro y la treixadura. “A mí me parece que no es acertada esa apuesta que ya condiciona que en los concursos dentro de la DO los vinos tengan que llevar al menos un porcentaje de treixadura, cuando luego te encuentras que en algunos de los vinos ribeiro que más premios consiguen son, por ejemplo, monovarietales de godello”, señala Pablo Vidal. Los casos más emblemáticos se vieron en la última edición de los Premios Baco, que otorgaron el premio al mejor godello de España a un vino del Ribeiro, el premio al mejor treixadura a un vino elaborado en Monterrei, y el Rías Baixas más valorado no fue un albariño sino un Condado que ensamblaba albariño, treixadura y loureira.

Un caso singular es el de la mencía, la única tinta que es reina absoluta en Ribeira Sacra y la más plantada entre las tintas en Valdeorras y Monterrei, aunque en estas dos denominaciones hay una tendencia a su sustitución por variedades blancas. De hecho, a diferencia de las tres blancas es la única que ha disminuido su superficie cultivada en Galicia de 2023 a 2024. A pesar de ser considerada una variedad autóctona, Galicia no es la comunidad dominante en su cultivo. Las 3.176 hectáreas representan el 38,6 por ciento, del total existente en España, una cifra inferior a la que existe en el Bierzo y, en el resto de Castilla y León, donde la superficie cultivada se acerca a las 5.000 hectáreas y fincas plantadas en La Mancha, Cantabria, Asturias, Andalucía y Valencia. Pablo Vidal reconoce que existen otras variedades tintas que sí son de más largo arraigo en Galicia, como la sousón, las caíños tintas, brancellao… que están resurgiendo por su singularidad y porque aportan características diferenciadoras.

Para el director técnico del grupo Bodegas Gallegas, que tiene una de sus bodegas en Ribeira Sacra (Rectoral de Amandi), la clave del éxito de sus vinos que llevan años ganando premios en concursos internacionales, el más reciente fue un gran oro en el Concurso Mundial de Vinos Extremos para Matilda Nieves está en los matices que aportan los pequeños porcentajes de uvas como sousón y caiño que redondean la mencía.

El riesgo de que los vinos se vendan por su uva más que por su origen es algo inherente a la globalización. “Y no se pueden poner puertas al campo —aclara Antonio Muñoz—. No podemos impedir que se cultive albariño en Nueva Zelanda o godello en Rueda. Tratar de defender nuestros vinos con un criterio tan proteccionista como prohibir que un viticultor de cualquier lugar pueda cultivar libremente las uvas que quiera me parece ridículo. Al contrario, es ahí donde se ve la gran superioridad de nuestros vinos y por eso triunfan los albariños de Rías Baixas y no los de California y se valoran tanto los mencías de Ribeira Sacra, más incluso que los del Bierzo. Y lo mismo con los godellos, porque las características del suelo, del clima, la manera en que se cultiva en Valdeorras es muy diferente que un vino de Rueda, aunque también esté hecho con godello”.

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