Las elecciones en Argentina: ¿Los peligros de una victoria pírrica?
OPINIÓN
Como ya se dijera en tiempos de Clinton, los norteamericanos hicieron honor a esa frase que se generalizó: “Es la economía, estúpido”. Este lunes el dólar bajó, los bonos y acciones argentinos cotizan a mayor valor en el mercado internacional y el llamado riesgo país, índice fundamental para lograr captar capitales, desciende raudamente
Los resultados de las elecciones del 26 de Octubre fueron calificados de aplastantes. El oficialismo logró triunfar ampliamente sobre su oponente elegido como único y principal adversario: el peronismo en su versión kirchnerismo u otras variantes, aun en jurisdicciones impensables por su tradición y fidelidad partidaria.
“Arrasaron” fue la síntesis de unos guarismos que sorprendieron incluso a los triunfadores, quienes albergaban sólo una tímida esperanza de descontar diferencias respecto de las elecciones provinciales del mes anterior. Nunca imaginaron la victoria aplastante a nivel nacional, especialmente en los bastiones más fidelizados con el adversario.
La polarización propiciada por ambos contendientes fue superada por la realidad de la jornada. Era una falsa elección binaria ya que en la ciudad de Buenos Aires, a modo de ejemplo, hubo diecisiete opciones partidarias. Sin embargo, los votantes de aquellas que no eran las icónicas eligieron no votar, hacerlo en blanco o arrojarse al precipicio de un futuro prometido.
“Voto perdido”, se escuchaba decir, “esto se define entre los dos”. El fuego y la sartén. En consecuencia, el temor a volver a un pasado oscuro en muchos sentidos, no sólo el económico, funcionó.
Más del 40 por ciento de los sufragantes eligió la opción libertaria. Y el mapa de Argentina se pintó de violeta. Se cumplió así el deseo del Presidente Milei, ese que luego de los resultados de septiembre ya no se animaba a expresar.
¿Qué fue lo que logró cambiar en un mes, rotundamente, el ánimo? No fue la mejoría en la situación económica general de las familias, tampoco el nivel de acuerdos y empatía.
Como ya se dijera en tiempos de Clinton, los norteamericanos hicieron honor a esa frase que se generalizó. “Es la economía, estúpido”. Días antes, el Tesoro estadounidense prometió ayuda financiera aclarando que estaba sujeta al resultado de las elecciones. Y así fue. Este lunes el dólar bajó, los bonos y acciones argentinos cotizan a mayor valor en el mercado internacional y el llamado riesgo país, índice fundamental para lograr captar capitales, desciende raudamente.
¿Qué sucedió? Solo se contaron los votos y se fue coloreando el mapa con violeta.
Es una gran victoria, pero la Historia sabe de ejemplos, como los triunfos de Pirro, Rey de Epiro y Macedonia, quien derrotó a los romanos, pero sus victorias significaron enormes sufrimientos y pérdidas irreparables.
Deseamos que este no sea el caso, y que el resultado se lea en la clave de volatilidad que amerita el humor de los votantes. Un péndulo, en ocasiones impulsado por la tradición y en otras por el temor. Pero siempre pendular. Nada es para siempre.
En los años noventa, bajo el mandato de Menem -políticamente incluido entre las filas del actual partido gobernante- se anunciaron como convenientes negocios las privatizaciones, la increíble paridad con el dólar -un peso, un dólar- y la Argentina potencia que volaría al espacio. Era la fantasía de un Dorado, que remitía al que en tiempos de la Conquista buscaron, infructuosamente los expedicionarios. Después la crisis del 2001 nos despertó, dolorosamente.
En tanto, el dólar sigue bajando y el humor de los argentinos acompaña al clima cambiante de la estación y comienza a ver color de rosa, es decir de violeta, el panorama.
Es mejor recobrar la calma, evitar que Pirro se adueñe de las victorias y procurar un horizonte de estabilidad económica, política y social que contemple los aspectos humanos. En definitiva, de eso se trata la política: gobernar para que vivamos todos en un sistema de relaciones que nos contengan y equilibren las injusticias.
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