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La cumbre de Davos, organizada por el Foro Económico Mundial (WEF), cerró ayer su 43 edición con la convicción de que lo peor de la crisis ha pasado, y con el debate abierto sobre las reformas y las políticas monetarias que hay que adoptar para evitar una nueva recaída de las principales economías. Las elites políticas y financieras coincidieron en que hay luz al final del túnel de la crisis que estalló en 2008, pero no se pusieron de acuerdo sobre cuál es la receta que garantizará que la tímida recuperación se consolidará y que no habrá nuevos sustos.
El WEF planteó su reunión anual de cinco días en los Alpes desde el prisma de que había que abandonar el 'modo crisis' y los invitados se esforzaron en ver el vaso medio lleno, pese a las previsiones que siguen apuntando que las economías de los países ricos seguirán planas.
El más claro fue el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, que situó el horizonte de la recuperación de la estancada economía europea en la segunda mitad de este año. El reto ahora es, dijo, 'superar la fragmentación que todavía permanece' en los mercados financieros.
Le secundó el ministro español de Economía, Luis De Guindos, que aseguró que 'la economía española está en condiciones de volver a crecer en el segundo semestre de este año', en contra de las recientes previsiones del FMI.
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