Administradores y administrados

Publicado: 03 sep 2024 - 08:26

Hace unos días, el alcalde de una pequeña localidad de la provincia de Ávila, se subió al escenario y, a la vista de la mayoría de sus conciudadanos y a las tantas de la madrugada, entonó un auténtico himno pedófilo micrófono en mano. A muchos vecinos el disparate les pareció natural, pues al parecer la tonada se interpreta con frecuencia en festejos populares, pero cierto es que la letra produce desasosiego y suena simplemente monstruosa con sus atroces referencias a “camita”, “faldita” y otros inquietantes vocablos por el estilo que producen escalofrío, aversión y repugnancia. Naturalmente, la copla y el coplero han saltado a primera plana de la atención general y tanto la dirección territorial del partido al que pertenece como la oposición han puesto el grito en el cielo y ya se tramita su defenestración si bien habrá que esperar a que vuelva a casa porque se encuentra de vacaciones disfrutando de un crucero. Se trata de una historia tan demencial como la de la primera teniente de alcalde a la que su propia policía municipal sometió hace pocas fechas a un test de alcoholemia durante las fiestas de Cangas que triplicaba el índice límite tolerado para sentarse al volante. Dos casos meridianamente claros no solo de irresponsabilidad sino también dos ejemplos irrevocables de estupidez manifiesta imposible de sintonizar con su condición de cargos de alto rango en el organigrama de las administraciones locales. Dos personajes que se manifiestan así en el desempeño de las laborales para las que han sido designados por votación popular no deberían estar legitimados para ejercerlos.

Pero la triste realidad es que este tipo de episodios vergonzantes se producen con cierta frecuencia y tienden a demostrarnos lo poquísimo que los políticos reflexionan sobre la trascendencia que tiene su papel en el ámbito político y social y la necesidad inquebrantable de respetar su condición haciendo gala de un comportamiento ejemplar.

Estamos en un país simplemente fantástico, tan hermoso y diverso que produce sensación y sorpresa en el visitante y que atrajo a cincuenta y cuatro millones de visitantes extranjeros en los seis primeros meses del año. Un país para cuidarlo, mimarlo, amarlo y gobernarlo con prudencia y dedicación. Un país en el que los administrados son mucho mejores que sus administradores. Ese desequilibrio lo estamos pagando.

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