Opinión

El inquietante regreso de Donald Trump

Donald J. Trump, en New Hampshire.
photo_camera Donald J. Trump, en New Hampshire.
Desde Europa se sigue con gran inquietud y creciente preocupación el proceso electoral americano 

El ruido y la furia acompañan permanentemente al personaje de Donald Trump. Un esperpento. La mejor definición de sí mismo la dio él cuando dijo: “puedo asesinar a alguien delante de la gente en la Quinta Avenida y me seguirán votando.” Es una hipérbole, pero tiene un cierto fondo de verdad. Lo acabamos de ver en el caucus de Iowa y en las primarias republicanas de New Hampshire. En Iowa, barrió literalmente a sus oponentes y en New Hampshire le sacó 11 puntos a Nikki Haley. La consecuencia de los resultados de Iowa fue que su principal adversario Ron Desantis, gobernador de Florida se retiró de la competición en primarias. Y lo más curioso es que a los dos días de perder y olvidando la sarta de insultos que le había dedicado decidió que en adelante le prestaría su apoyo. Lógico, Desantis siempre formó parte del coro de puericantores en la fachosfera de Donald Trump. Fachosfera es la palabra de moda los últimos días y engloba al gelatinoso mundo del trumpismo.

De momento Nikki Haley resiste y está decidida a seguir en la carrera. Es una mujer tenaz y luchadora. Lo ha demostrado a lo largo de su carrera. Fue gobernadora de si estado, Carolina de Sur y embajadora de los Estados Unidos en la ONU durante el mandato de Donald Trump. Las sociedades de estos dos estados son muy diferentes, la de Iowa es tradicional y conservadora, la de New Hampshired más moderadas y abierta. Entre las dos representan lo que podíamos catalogar como la media americana, especialmente la media del partido republicano. Trum es el único candidato que ha ganado en los dos estados en los últimos cincuenta años. Una señal inequívoca del peso electoral de Trump en el seno de su partido.

La pregunta que se hacen los analistas, es ¿hasta cuándo resistirá Nikki Haley como candidata? Casi con toda seguridad, la respuesta no la tengamos hasta el día 24 de este mes, cuando conozcamos los resultados de las primarias en Carolina del Sur, el estado donde Nikki Haley fue gobernadora y tiene notable apoyos, a pesar de todo Trump lidera las encuestas y le apoya una gran parte de los líderes locales del partido. Si Haley pierde en Carolina del Sur, sus posibilidades de aguantar el vendaval Trump son muy limitadas.

Tump desprecia y menosprecia a Nikki Haley, especialmente por ser mujer. Trump es el cliché perfecto y concreto del machismo puro. Cien grados de alcohol machista. Un ejemplar montaraz del macho cabrío, a pesar de todo son muchas las mujeres que le votan. No importa lo que haga, sus innumerables procesos judiciales multiplican su popularidad. Recientemente fue condenado a pagar 83 millones de dólares de multa por violar a la escritora y periodista Jean Carrol en el probador de unos grandes almacenes. Después de conocer los primeros resultados parece evidente que el candidato republicano para enfrentarse a Joe Biden será Doanald Trump. Un duelo de ancianos que se detestan. Lo único que puede frenar la imparable carrera de Trump será que un tribunal le saque de la carrera por alguno de los delitos que les esperan en distintos juzgados.

Trump tiene serias dificultades para relacionarse con la realidad, especialmente si le es adversa. Al día de hoy, después de tres años sigue sosteniendo que le robaron las últimas elecciones y nunca ha reconocido la victoria de Biden, le considera un ocupa ilegítimo de la Casa Blanca. Es difícil comprender está coyuntura dentro del tradicional y viejo partido republicano. Muy conservador, pero también muy razonable y equilibrado. Son muchos los analistas políticos que ponen en duda el futuro de la democracia americana a la vista de la deriva ultra y radical de los republicanos.

Desde Europa se sigue con gran inquietud y creciente preocupación el proceso electoral americano y una posible victoria de Trump. La inquietud ha crecido desde que Thierry Breton, comisario europeo de la industria de la defensa reveló una escena de la reunión de Davos en 2020, cuando Trump todavía era presidente. En un momento dado, el considerado líder del mundo occidental le dijo a la presidenta de la Comisión Europea en tono amenazante: “Usted debe comprender que si Europa es atacada, nosotros no vendremos en su ayuda; de hecho, la OTAN está muerta y nosotros terminaremos saliendo de esa organización”.

Es cierto que nunca cumplió su amenaza. Donald Trump nunca retiró a los Estados Unidos de la organización de defensa trasatlántica y sigue ligada por el conocido artículo 5 a la solidaridad automática en caso de agresión contra un estado miembro. Son muchos los que recuerdan las amenazantes palabras de Trump. Alemanes, polacos, lituanos miran constantemente los movimientos electorales de los Estados Unidos temiendo una posible victoria de Trump. La invasión de Ucrania por Rusia es una trágica realidad que ha avivado todos los temores.

De momento la Casa Blanca tiene un inquilino que se llama Joe Biden y ha prometido sin reservas una colaboración indestructible con Europa, pero dentro de unos meses puede llamarse Trump y en ese caso el escepticismo sobre el futuro de la Alianza. El futuro casi inmediato preocupa.

En coyuntura política hay que analizar la propuesta hecha a principios de enero por el señor Tierry Breton, comisario europeo de la industria para la defensa, de crear un fondo europeo de cien mil millones de euros, destinado a desarrollar la base industrial de la defensa europea y crear unas infraestructuras comunes de seguridad. La propuesta empieza a ser valorada, aunque tenemos que decir sin un fervoroso entusiasmo. Sin embargo, son bastantes los que piensan que la defensa es ahora una apuesta tan importante como lo fue la moneda única bajo el mandato de Jacques Delors. Es la respuesta adecuada y necesaria en un mundo con una política, cada vez más inestable y belicista. Y en este panorama movidizo, no es descartable que en un cercano mañana pueda inluirse también Washington.

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