Opinión

Primavera sangrienta en Ucrania

A punto de cumplirse un año de la invasión de Ucrania por las tropas rusas, los decibelios del ardor guerrero se han multiplicado por las dos partes contendientes y por la de los coreógrafos que les apoyan. En uno y otro lado de los disparos, reina un furor febril de acumular armas, cuanto más pesadas y destructivas, mejor. A la vista de los que está sucediendo en los frentes, no hace falta tener el don de la profecía para adivinar que la primavera que se avecina va a ser una primavera sangrienta con miles de cadáveres y docenas de miles de heridos. Ucrania parece predestinada a ser un campamento de horror y dolor. El alto comisario para la política exterior de la Unión Europea, Josep Borrel, proclamó con toda claridad hace pocos días ante los ministros de defensa europeos reunidos en Bruselas. “El destino de la guerra se decantará en los combates de la próxima primavera y verano.”

Estamos ante una guerra que estalló en nombre de una quimera, una guerra basada en una deformación de un acontecimiento medieval instrumentalizando claramente la historia en función de una idea preconcebida. Desde hace años, Vladimir Putin repite en declaraciones y reflexiones públicas la misma idea, que desde el siglo IX al siglo XIII, Kiev fue la capital del Rus, un estado que entonces reunía a todos los Eslavos del Este, convirtiéndose en el origen del mundo ruso y por lo tanto Kiev es una ciudad rusa para toda la eternidad. Kiev tiene para Putin el mismo sentido histórico que Jerusalén tiene para los judíos.

Esta es la base ideológica en que se apoyó Putin para una invasión a hierro y metralla contra Ucrania. La memoria del Rus ha sido el origen de muchos fantasmas que no solo pueblan el cerebro paranoico de Putin sino que ideas semejantes tuvieron los dirigentes soviéticos y los más importantes zares. Incluso el imperialismo ruso surgido a finales de la Edad Media en Moscovia tenía el aliento identitario del Rus.

El conocido intelectual ruso Alexei Venediktov, director del “Eco de Moscú”, primera radio independiente nacida en la glasnost de Mijail Gorvachov, dice que comprendió que la guerra era inevitable cuando leyó el artículo de Vladimir Putin titulado: “De la unidad histórica de rusos y ucranianos”. Ahí, escribe Alexei, están las razones que llevaron a Putin a invadir Ucrania. Lo que nunca pensó el director de la emisora “El Eco de Moscú” es que la guerra iba a tener la amplitud que está teniendo. Putin tampoco lo pensaba, por eso bautizó la invasión como operación especial militar y no con el sangriento nombre de guerra. Dentro de los esquemas de su pensamiento fanático creía que los soldados rusos serían aclamados cuando desfilaran por las calles de Kiev.

Cuando llevaban unos siete días de guerra, Alexei Venediktov, recibió una furiosa llamada del Kremlin que le decía: “Estás loco, durante la guerra, la propaganda debe ser total, de un apoyo sin fisuras”, tres días más tarde le cerraron la emisora. Tuvieron que despedir a casi la totalidad de los periodistas.

La guerra está causando tempestuosas divisiones y enfrentamientos entre las familias, entre padres e hijos, entre hermanos. Es lógico si consideramos que once millones de familias rusas tienen parientes en primer grado en Ucrania. El odio se ha infiltrado en su seno. Una tragedia, pero esta es la realidad que trajo Putin.

La paranoia actual y obsesiva del presidente ruso como la de antiguos zares consiste en creer que su país no tiene límites. Catalina II dijo claramente en una carta a Voltaire, al escribir: “Nosotros no encontramos otros medios para garantizar las fronteras que extenderlas” . En esta frase está la naturaleza imperialista del poder ruso. 

En 2016, cuando invadió Crimea, Putin dijo: “Las fronteras de Rusia, no se terminan nunca”, Según él: “Rusia es por naturaleza un imperio en expansión permanente”. Putin tiene como objetivo consolidar este dogma y propagarlo. 

Para ello, se está apoyando en el cristianismo ortodoxo, el patriarca Kirill se ha convertido en el gran aliado del proyecto imperial de Putin. Esta idea motriz la utiliza para consolidar la autocracia y restaurar Rusia en la geopolítica mundial como gran potencia. También le sirve de pretexto para cercenar las libertades públicas, eliminar los medios libres y detener o matar a sus oponentes.

La estrepitosa caída de la URSS, la gloriosa Unión Soviética, en 1991 puso fin al mito de que las fronteras de Rusia no se terminan nunca. Desde ese año fuimos viendo una sucesión de secesiones, primero fueron los países del Este, después vinieron los países Bálticos, el Cáucaso, Asia Central, Bielorussia y Ucrania. Para muchos rusos y, en concreto para Putin, esta descomposición supuso una verdadera tragedia. Una hemorragia mortal. Desde que llegó a los pasillos del poder, Vladimir Putin se propuso restaurar el antiguo esplendor imperial. Su política exterior es belicista y expansiva. Georgia y Ucrania lo atestiguan.

La realidad que han ido reflejando los resultados de los terribles combates a lo largo del año de guerra rompieron los esquemas mesiánicos del señor del Kremlin. El primer gran fracaso fue no haber podido conquistar Kiev y tampoco consolidar la presencia en el Dombás. Sus tropas sufrieron derrotas humillantes y la considerada segunda potencia militar mundial, se reveló como un ejército mal preparado e ineficaz. Ahora quiere resarcirse y se prepara para la gran batalla de primavera. Los servicios de inteligencia occidentales denuncian que Putin está enviando miles de soldados y armas de todos los calibres al frente donde se libraran los apocalípticos combates. Rusia está enviando miles y miles de soldados, joven carne de muerte, ya que la mayoría carece de la más elemental formación militar. Jen Stoltenberg, Secretario General de la OTAN, manifestó en Bruselas que Putin no se está preparando para la paz sino para una mayor escalada en la guerra.

Pero lo que sembró el mayor grado de alarma fue el aviso de los servicios secretos noruegos al informar de que barcos y submarinos rusos navegan por el mar Báltico cargados con ogivas nucleares, lo que revela que Putin está dispuesto a todo, antes de perder la guerra. Ante este estremecedor paisaje, Stoltenberg pidió a los miembros de la Alianza que envíen a Ucrania, lo más pronto posible, tanques, municiones, combustible y repuestos para que el ejercito ucranio los tenga antes de que empiece la ofensiva rusa.

El choque parece inminente y, sin duda, será cruel. El futuro de la historia se jugará en primavera.

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