Francisco Lorenzo Amil
TRIBUNA
Lotería y Navidad... como antaño
Historias de un sentimental
Trasteando los archivos, ahora que uno anda con libro de memorias de medio siglo de radio, periodismo y docencia universitaria, nos salen al paso viejos recuerdos que se inician en mi etapa ourensana (1968-1972) y se extienden desde 1972 al presente. Viví, como otros periodistas de mi tiempo escenas tensas con Fraga. Y más de una vez. Por otro lado, muchos ourensanos que hasta aquí venían recordarán las cenas políticas multitudinarias en el hotel de la playa de Samil en Vigo, en cuyo comedor principal tuvieron lugar momentos de enorme importancia, desde reuniones políticas de todos los colores a otros acontecimientos culturales, como el estreno de “Os Premios da Critica”. Por eso siempre ha creído que su gerente, Barbosa, debería el reconocimiento público de la ciudad.
Entre los partidos y los personajes que más usaban el comedor del hotel de Samil, tanto para cenas como para multitudinaria rueda de prensa, destaca el entonces Alianza Popular, luego PP y Fraga. Al comienzo de la “Transición” recuerdo una comparecencia de Fraga con la diputada de su partido Victoria Armesto, y que, en un momento dado, por si los periodistas presentes íbamos por allí, nos espetó “Yo como Cánovas, tengo todo mi pasado presente”. Victoria Armesto fue, sin duda, involuntaria protagonista de una divertida anécdota que ella misma reveló con respecto al 23 f de 1981. Contaba que cuando viera entrar a la Guardia Civil en el recinto del Congreso “quedé tranquila”. Ya que no se sabía la verdadera razón del episodio y esta y otros diputados creyeron que los agentes iban a protegerlos de un atentado o de una acción criminal y no a protagonizarlo.
Llega Fraga y el camarero le pregunta: ¿Qué ponemos don Manuel? Y Fraga responde: “¡Sopa y cocido para todos…..!”
Pero mi mejor anécdota con Fraga, a la que ya he aludido, me hace sonreír. Tenía éste la costumbre de invitar a comer con él, por lo general en el restaurante “Vilas” de Santiago, a los periodistas que manteníamos columnas de opinión en la prensa gallega. Era una cita muy discreta de la que no tenían noticias ni sus más directos colaboradores, sino que te citaba personalmente su jefe de gabinete. La regla era que no podías comentar nada, no se podía utilizar la conversación y que, en realidad, era tú el entrevistado por Fraga, quien planteaba las diversas cuestiones. A la hora convenida te presentabas en el restaurante y aparecía puntualmente don Manuel. Llegamos al café y los licores, y en mala hora se me ocurrió pedir un “Calvados”, que por aquellos tiempos estaba de moda. Es un aguardiente que se obtiene por destilación de la sidra, se elabora exclusivamente en la región de Normandía, Francia. Debe su nombre al poblado del mismo nombre, “Calvados”. Pero dice la leyenda que deriva su nombre de la palabra “salvados”, por un barco de la Armada invencible de Felipe II que encalló en esas costas, que era la palabra que pronunciaron los tripulantes al llegar a tierra. Por lo visto, se habían macerado las manzanas que iban en los barriles dando lugar a una especie de zumo del que saldría el licor.
Me trajeron el famoso “Calvados” en una copa de coñac grande con unos cubos de hielo y Fraga me dice: “¿Se va usted a tomar eso?”;2 si, don Manuel”, respondo. Y llama al camarero para que avise a alguno de los dueños del restaurante que acude raudo: “¿Cuántos tenedores tiene este establecimiento?” (le dice Fraga). El aludido responde no me acuerdos tantos. Y Fraga resuelve: “¿Y usted no sabe que el Calvados se sirve en una copa cónica sobre un lecho de hielo picado?”. Yo estaba asombrado contemplando la escena sin moverme. Hasta que Fraga ordenó que retirara el maldito Calvados y que me lo sirvieran como Dios manda, cosa que hicieron. Y mientras yo tomaba a tragos discretos el famoso licor, Fraga me contó la historia del mismo y como debía tomarse. No he vuelto a pedir un Calvados en mi vida.
En el “Vilas” hay otra anécdota deliciosa que me contó uno de los presentes. Había quedado Fraga a comer allí con varios de sus consejeros. Mientras llegaba el presidente, y como había confianza, por si hubiera que reservar algún producto del que quedaran pocas existencias, un camarero tomó la comanda provisional para ir avisando a cocina .Y cada uno día lo que le apetecía: yo cabrito, yo centollo, yo unas nécoras, yo lenguado……Así cada uno. Llega Fraga y el camarero le pregunta: ¿Qué ponemos don Manuel? Y Fraga responde: “¡Sopa y cocido para todos…..!”.
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