Francisco Peña
Resiliencia y supervivencia
TRIBUNA
Sostiene Aloysius que el gran Barry White, con su profunda voz de barítono, le mola mucho a Gilberto y a Tomás. Seguramente algún lector o lectora también habrán movido el esqueleto al ritmo de los éxitos de este orondo compositor y cantante, que en los años 70 alcanzó la cumbre de las lisas de éxitos musicales. Por desgracia, falleció prematuramente, por culpa de de una grave enfermedad renal. Gilberto y Tomás son dos macacos, entrenados para golpear un sensor al ritmo de diferentes canciones, algunas de Barry White. Y lo han hecho con tempos perfectamente medidos. Las conclusiones de este peculiar experimento publicado recientemente en la prestigiosa revista Science han provocado todo tipo de conjeturases. Para empezar, se trata solamente de los resultados de dos individuos, no representativos de su propia especie, y ni siquiera de los demás primates. Por otra parte, su sincronización musical no fue espontánea, sino el fruto de un arduo entrenamiento. Los macacos aprendieron a marcar el compás tras muchas sesiones dentro de un entorno completamente controlado, en cabinas experimentales y con tareas muy concretas. Además, que fueran capaces de sincronizar sus golpes con el ritmo de la canción no significa que puedan percibir la música, como nosotros los humanos, donde al escucharla se activan zonas cerebrales específicas relacionadas con las emociones, la memoria, la anticipación y el placer. El fenómeno musical está completamente ligado a nuestra cultura y a nuestra biología. Concretamente, en el caso de Gilberto y Tomás, los investigadores han demostrado una sincronización motora y auditiva, es decir , la capacidad de coordinar un movimiento con un ritmo determinado. Pero hasta el momento, nada indica que estos simpáticos macacos sientan alguna emoción o estética en lo que escuchan. Cabe ahora discernir si la respuesta rítmica desencadenada por Barry White y su Orquesta del Amor sin Límites es nada más que una señal sonora a la que han sido capaces de responder, como tal vez lo hubieran hecho ante cualquier otro sonido repetitivo. Lo que han desafiado estos investigadores es la vieja teoría del aprendizaje vocal, según la cual sólo los animales capaces de aprender vocalizaciones complejas, como los humanos y algunas aves como los loros, pueden seguir un ritmo musical. Quién sabe si este hallazgo significa que los macacos son capaces de sincronizarse por vías neumológicas diferentes a las nuestras. De todas maneras, contemplar a Gilberto o a Tomás siguiendo el ritmo de “Love Theme” o “You´re the First, the Last, my Everything” nos obliga a revisar lo que venimos dando por seguro desde el punto de vista científico. Y quizás, aunque los macacos nunca lleguen a formar una orquesta, de momento nos pueden ayudar a desentrañar de dónde viene nuestro sentido del ritmo.
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