Bulos, fango, casquerías

La mayoría de los que recordamos y vivimos la transición, aparte de ir para mayores, se nos hace cada vez más cuesta arriba oír los discursos, en general, de nuestros actuales representantes políticos en el Congreso y Senado y, particularmente, la del inquilino de la Moncloa y ministros. El sanchismo no sólo transmutó el socialismo y la socialdemocracia -tampoco gozan de buena salud en Europa-, por un rampante sanchismo, sino que ha traído a nuestros oídos una nueva terminología discursiva y unas nuevas maneras de hacer política. ¡Claro que ya existían en el diccionario de la RAE las palabras bulos, fango, casquerías! Pero no era lo común recurrir a ellas, ya de forma oral o escrita, por aquellos políticos de la transición política. El diagnóstico lo tengo claro: disponían de un léxico, argumentario y una capacidad oratoria, que deleitaba escuchar, y hoy no lo posee el más pintado.

Eclesiastés en la Biblia citaba “Toda cosa tiene su hora”, para referirse, al hecho de que todo evento, actividad, tiene su momento apropiado y, para llevarlo a cabo, sus personajes

La conveniencia progresista sanchista hace que su grado de progresismo, más de salón y caviar que de otra cosa, sea directamente proporcional a su vocabulario y oratoria; o sea, vulgar. Si para algo, por lo menos a mí, valió el sanchismo, es oír palabras que de otra forma no estarían flotando actualmente en el ambiente informativo, y que nada aportan. Por suerte también sucede lo contrario; ello me ocurrió al leer una entrevista a María Dueñas. Esta, al ser preguntada por su última novela –“Por si un día volvemos”- nombra y apela a la palabra “sororidad”, que despierta mi atención y curiosidad…, las cuales quedan despejadas al explicar María Dueñas que, la protagonista de la novela, tuvo muy mala suerte con los hombres y muy buena con las mujeres (prostitutas y lavanderas) que compartieron con ella lo poco que tenían; y es que la RAE define “sororidad” como la relación de hermandad y solidaridad entre mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento.

Nunca es tarde para que yo llegue a conocer pormenorizadamente una nueva palabra, “sororidad”, la cual seguro que muchos de ustedes ya conocían. Pero sí que conocía bien, y ya aborrezco esas palabras de tanto oírlas, recurso del sanchismo, que dan título a este escrito: Bulos, Fango, casquerías. Con estas palabras, expresiones y lenguajes, no me sucede como cuando el periodo de transición, que uno se sentía reconfortado, sentado en una silla, escuchando con atención aquellos debates llenos de argumentos con un lenguaje del cual deseaba retener palabras y expresiones. Personajes admirados de todos la ideologías y colores políticos, como Suárez, González, Herrero de Miñón, Alzaga, Fraga, Carrillo, Miguel Roca, Tierno, Peces Barba, Landelino, Abril Matorell, etc. Cantidad y calidad.

Eclesiastés en la Biblia citaba “Toda cosa tiene su hora”, para referirse, al hecho de que todo evento, actividad, tiene su momento apropiado y, para llevarlo a cabo, sus personajes. Muy cierto para la ocasión, pues no me imagino a los actuales próceres políticos del Congreso, los que dirigen, gestionan y gobiernan nuestro destino, llevar a cabo la para mi modélica transición política que conocimos. Además de que muchos de ellos lamentan la transición, debían desear “marcha” o están rememorando que no hubiese un “ojo por ojo, diente por diente”. Basta oírlos expresar y ver su categoría y ya no miremos su formación con respecto a los de la transición. Ahora es el tiempo de vocalizar “bulos”, “fango”, “casquerías”. Tres palabras de moda para la actual política. Cómo para sentarse en una silla -haría falta un buen sofá- y no quedarse dormido. No soy de los que mantengo que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero se empeñan en que así sea. Más “sororidad”.