Carlos Risco
LA CIUDAD QUE TODAVÍA ESTÁ
La casita azul de la calle dos de mayo
CRÓNICA INTERNACIONAL
Trump lo ha incluido entre los cinco acuerdos de paz logrados con su intermediación que merecerían el nobel de la Paz, pero el jurado noruego se ha cargado de razón a la vista del resultado en el sudeste asiático: desde hace cinco días la confrontación entre Camboya y Tailandia demuestra que aquel acuerdo del pasado mes de julio es papel mojado. Los dos países mantienen sus hostilidades, el fin de semana se han producido una docena de muertos entre los dos lados y se calcula que en esos dos días unos 300 mil residentes civiles de las ciudades fronterizas de los dos lados, sobre todo el tailandés, han dejado sus casas y se han sumado a las largas caravanas que buscan lugar seguro.
Cualquier estallido en esa zona tan conflictiva puede convertirse en un escenario bélico simular a los ya vividos a lo largo de la historia
La historia demuestra que los conflictos bélicos que se prolongan durante décadas no se solucionan con una reunión en la que un poderoso mediador decide apuntarse un tanto. Donald Trump, que apenas llevaba cinco meses de su segundo mandato quiso potenciar su imagen internacional y nada mejor que poner la atención en esos dos países asiáticos que llevan más de un siglo de confrontación y encontronazos bélicos disputándose la posesión de una docena de templos de gran importancia religiosa e histórica. Trump amenazó a los dos gobiernos con imponerles unos aranceles de 25 por ciento a sus productos, cifra que era insostenible para los dos países, que se sometieron a la presión del presidente americano.
La alegría duró poco, en octubre se reanudaron las escaramuzas fronterizas, que han ido creciendo hasta que el pasado fin de semana subieron de nivel: Tailandia ha acusado a Camboya de atacar con drones y proyectiles, militares camboyanos han cruzado la frontera y han colocado minas que han causado varios heridos civiles.
El gobierno de Phnom Penh asegura que solo se defiende de los ataques que recibe, y que las minas deben ser restos de las que pusieron los Jemeres Rojos en la guerra civil que asoló Camboya a finales del siglo XX y que se prolongó durante veinte años. La más cruel que se vivió en un sudeste asiático asolado por las luchas entre países pero también por las interferencias de países occidentales que pretendían imponer un régimen seudo colonial a esos países con enorme potencial económico e historia prolongada de sufrimiento.
Esto último es la razón de que la tensión militar y política entre Camboya y Tailandia cause tanta preocupación. Cualquier estallido en esa zona tan conflictiva puede convertirse en un escenario bélico simular a los ya vividos a lo largo de la historia. Con unas consecuencias impredecibles.
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