Jenaro Castro
TRAZADO HORIZONTAL
La lotería electoral
La histórica disyuntiva entre “cañones o mantequilla”. Y que hoy se reformula como “¿defensa o medidas sociales?”, mucho me temo que acabará siendo “defensa o presupuesto de I+D”. Y mi sospecha se fundamenta en la experiencia. España es un país donde ningún dirigente político de ningún partido tiene el más mínimo respeto por la ciencia (sí, lo sé, soy muy categórico, pero apuesto a que nadie puede darme más de dos nombres de políticos que tengan una demostrada afinidad por la inversión en I+D, más allá de lo heredado en un presupuesto o recibido de la Unión Europea). Eso significa que históricamente, en cualquier periodo donde ha acontecido una crisis, el político-gestor de turno, en lo primero que ha pensado recortar es, por este orden, los presupuestos de I+D y los de educación. En otros países (por supuesto no todos), en periodos de crisis, es cuando más se incrementan los presupuestos de I+D porque saben que la I+D genera riqueza de diversa índole, riqueza directa e indirecta, que es la inversión mejor que se puede hacer donde con seguridad cada euro invertido es una inyección directa al PIB del país de más de cuatro veces más lo invertido. Esto ha ocurrido en algunas crisis en países como EEUU, Japón, Corea, e incluso, en Europa, los países nórdicos. Otros países, como Alemania, tienen un sistema de I+D tan robusto, que las crisis les afectan menos a la I+D, porque los planes plurianuales sostienen de forma holgada la financiación basal del sistema. En España las cosas son distintas. Aquí a nadie le importa la I+D (excepto a los científicos). A cualquier persona que pase por la calle y le pregunten por el sistema de innovación español, difícilmente podrá opinar sobre nada concreto, porque no solo lo desconoce, sino que además no le importa gran cosa. Si a ese español o española le preguntan por el principal “negocio” de nuestro país, pensará en la construcción o el turismo, pero nunca en la innovación. Si esa pregunta se la hacen a un alemán, posiblemente piense que el principal negocio de su país es la tecnología, y que ese negocio se sustenta en la innovación. Y lo que piensa un ciudadano medio, lo piensa un diputado y un gobernante medios. Tanto en España como en Alemania. Vamos, que puestos a elegir donde recortar, es difícil que alguien se acuerde de la necesidad de la ciencia.
A cualquier persona que pase por la calle y le pregunten por el sistema de innovación español, difícilmente podrá opinar sobre nada concreto, porque no solo lo desconoce, sino que además no le importa gran cosa.
En España solo nos acordamos de la educación y la ciencia en época electoral (de la ciencia, además, nos acordamos mucho durante la pandemia, pero una vez tuvimos vacunas, aquel fervor se terminó). Fuera de época electoral, la realidad es que, si hay que elegir entre presupuesto de Ciencia y cualquier otra cosa, la elección del político es sencilla: no tocar lo que le asegura permanencia en el poder y no tocar lo que puede ponerle gente en la calle (que a su vez incide en lo anterior). Y los científicos somos pocos para hacer ruido en la calle y normalmente “bien mandaos”.
El porcentaje de la inversión en Ciencia en España en relación al PIB (aproximadamente el 1,24%), es tan escandaloso como el equivalente a la inversión en defensa. Si nos comparamos con la media de la UE, cerca de la mitad (2,15%). Bastante menos que la media de la OCDE (2,7%) y muy lejos de países como Francia (2,2%), Alemania (3,14%), Japón (3,3%), Suecia (3,42%), EEUU (3,46%) o Corea del Sur (4,93%). Lo grave no son estas diferencias, sino el hecho de que como el ritmo de crecimiento de la inversión en estos países es superior al nuestro, la brecha es cada vez mayor. Estos números reflejan una situación general paupérrima, que hace que la financiación basal de los grupos de investigación sea de “situación de guerra”, nuestros mejores talentos jóvenes se tengan que buscar la vida en el extranjero y que si atraemos talento sea por nuestro sol, sistema sanitario y gastronomía. Este asunto debiera ser tan “caso de Estado”, como la inversión en Defensa.
El porcentaje de la inversión en Ciencia en España en relación al PIB (aproximadamente el 1,24%), es tan escandaloso como el equivalente a la inversión en defensa.
Por todo esto me siento pesimista. Viendo el percal, no creo que la subida que nos pide Europa del presupuesto de Defensa sea a costa de recortes sociales. Mucho me temo que se va a tirar de lo de siempre: Educación y Ciencia. Y esto puede ser una estocada a nuestro sistema de I+D del que le costaría mucho salir. Espero que estén a la altura.
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