Pilar Cernuda
LAS CLAVES
Sánchez, cuestionado por los suyos pero inamovible
En 1953 Alfred Hitchcock dirigió una película fabulosa que se titula “Yo confieso”, protagonizada por unos increíbles Montgomery Clift y Anne Baxter, con un elenco de secundarios de esos que quitan el hipo y te dejan planchado en la butaca como si estuvieras asistiendo a una revelación que, nunca mejor dicho, viniera del cielo como el Espíritu Santo.
El guapísimo Monty Clift borda el papel de un joven cura católico que se enfrenta al dilema moral de mantener el secreto de confesión al que le obliga su religión y no denunciar a un asesino que él sabe que lo es, o hacerlo para que se haga justicia. No estoy haciendo ningún spoiler porque todo el mundo conoce esa película de sobra. Aun así, por si acaso no contaré el final. Véanla.
Aunque el film no está según muchos críticos entre los mejores del director inglés, para mi gusto es extraordinario y yo lo tengo a la altura de joyas como “La ventana indiscreta”, “Psicosis”, “Vértigo”, “Extraños en un tren”, “Rebeca”, “Los pájaros”, o “North by Northwest”.
Y esos son solo unos pocos títulos elegidos al azar o de memoria. La filmografía de ese señor inglés con cara de patata es tan impresionante que aun hoy nos sigue dejando anonadados.
En el funeral del papa Francisco se produjo un encuentro y una conversación de más de quince minutos entre Donald Trump y Volodimir Zelenski. Todos lo hemos visto. Ambos sentados en sendas sillas frente a frente. Solos. Parecía una confesión como la de la película “Yo confieso”.
En los setenta tuve la suerte de asistir en la filmoteca en el Círculo de Bellas Artes de Madrid a un largo programa antológico que duró varias semanas e incluyó todas las películas de Hitchcock, hasta los programas que hizo para la televisión inglesa antes de irse a Hollywood por fin.
Bueno, Hitchcock era un genio, eso no es que tenga que decirlo yo.
En el funeral del papa Francisco se produjo un encuentro y una conversación de más de quince minutos entre Donald Trump y Volodimir Zelenski. Todos lo hemos visto. Ambos sentados en sendas sillas frente a frente. Solos. Parecía una confesión como la de la película “Yo confieso”.
Lo que pasa es que no supimos lo que se dijeron, ni cual de ellos era Montgomery Clift.
Donald Trump no desde luego, su físico y actitudes lo descartan ya en el primer casting posible para interpretar al personaje al que dio vida el actor de Nebraska en aquella preciosa película del maestro del cine.
Así que hemos de concluir que Monty Clift era Volodimir Zelenski y por tanto que el confesor era el ucraniano, no Trump a pesar de su aspecto de docto padre de la iglesia envuelto en poderío y majestad según cree él.
Trump era el pecador y Zelenski el confesor.
Ahora bien y aquí vuelve la película: ¿Cuál era el pecado terrible de esa confesión secreta? ¿Los cincuenta mil muertos civiles de Gaza? ¿La invasión de Ucrania por Rusia? ¿Los inocentes deportados a El Salvador?
Ni idea.
Y si el pecado solo fueran los dólares que Donald Trump quiere meterse en el bolsillo ¿entonces qué?
Pues vaya usted a saber.
Yo le preguntaría a Montgomery Clift. Quizá él lo sepa.
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