Fernando Lusson
El cortejo de Junts
Los siete escaños de Junts en el Congreso son cortejados tanto por el PSOE como por el PP porque son los que tienen la llave del futuro de la legislatura. Los populares lo han hecho por vía indirecta, a través de la patronal Foment del Treball, y el presidente del Gobierno los pretende con el reconocimiento de que todavía no les ha dado lo que piden, y se han encontrado con el enfado de los independentistas catalanes.
En uno y otro caso se hace difícil pensar que antes de emprender esas acciones no hubieran hecho algún tipo de acercamiento subterráneo, pero a raíz de la contestación de Junts no parece que lo intentaran. Si lo del PP tienen un punto de patetismo, lo del presidente del Gobierno lo tiene de impericia. O viceversa.
Pedro Sánchez, una vez más ha cambiado de opinión, se ha desmentido a sí mismo y dónde dijo que había hecho todo lo posible por cumplir los compromisos adquiridos con Junts ahora dice que se arrepiente de no haberlos cumplido con mayor diligencia. La respuesta de Junts a su ofrecimiento para seguir siendo de la partida, y que la ya demediada legislatura pueda seguir adelante, es situar a Sánchez ante el espejo de sus incumplimientos.
A la portavoz de Junts en el Congreso, Miriam Nogueras, y a su jefe de Waterloo, no solo no les sirve el acto de contrición del jefe del Ejecutivo, sino que vuelven a subir la apuesta de sus exigencias, porque está en su ser la insaciabilidad y tratar de exprimir la debilidad del Gobierno nacional al que solo tienen en cuenta cuando es fuente de beneficios para Cataluña, sin tener en consideración que ni en la aplicación de la amnistía ni en el catalán en Europa el Gobierno puede hacer más. Que Sánchez haya dado un paso como el de volver a mendigar los votos de Junts sin tener ninguna garantía de una respuesta no ya positiva, sino que al menos no fuera hiriente, despreciativa, es el reconocimiento de su debilidad y de qué a pesar de sus intenciones, no se puede gobernar sin el concurso del Parlamento. Y menos aún poniendo en cuestión los lazos que mantiene con otros socios de la investidura, que no pierden de vista que Junts pretende imponer sus intereses ideológicos, para paliar su debilidad electoral en el choque con los ultraderechistas de Aliança Catalana.
Si además de dar la imagen de estar dispuesto a nuevas cesiones la respuesta de Junts es la de mantener el bloqueo de la legislatura en tanto no comprueben cumplimientos concretos, la iniciativa de Sánchez no ha podido ser más penosa, puede olvidarse del desiderátum de que le aprueben los Presupuestos, no consigue consolidar su acción política y comienza a cundir el temor a las consecuencias electorales que puede tener para el PSOE seguir plegándose a las exigencias de Junts. Los socialistas, al menos, no se han puesto a denigrar a Junts, como hizo Feijóo tras recibir el portazo de Turull, porque no pierden la esperanza de recuperar los puentes.
El cortejo a Junts, entendido como galanteo, como coqueteo para seducir y conseguir sus favores políticos lleva camino de convertirse en un cortejo fúnebre con tres féretros: el del PP que ha sido despechado y que no cuenta con sus votos para presentar una moción de censura; el del propio Junts, que supuestamente muere de éxito sin conseguir sus principales pretensiones y, encabezándolo, el de la legislatura.
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