Roberto González
Prevención contra absentismo e rotación laboral
La longevidad marca tendencia y no solo lo hace desde un punto de vista demográfico. De un tiempo a esta parte se suceden los artículos, las investigaciones, los informes y los encuentros de carácter técnico y científico que tratan de arrojar luz sobre las diversas implicaciones que una mayor esperanza de vida conlleva para nuestra existencia. En consecuencia, no resulta extraño que tanto centros de análisis sin ánimo de lucro como organismos gubernamentales involucrados en el devenir económico participen del debate y contribuyan periódicamente al intento de esclarecer la cuestión. Bien es cierto que en este esfuerzo prospectivo predominan las aportaciones relativas a la evolución del gasto público asociado al envejecimiento demográfico, siendo menos frecuentes los trabajos que abordan el impacto sobre los ingresos fiscales, por no decir, los que contemplan las ganancias colectivas derivadas de la longevidad, que haberlas, hailas.
más allá del lógico impacto cuantitativo sobre las pensiones que ello implicará, se prevé un significativo aumento de los gastos en sanidad y dependencia
No obstante, en este prolífico escenario analítico cobran especial relevancia los Informes sobre el Envejecimiento que periódicamente viene publicando la Comisión Europea desde 2006, a partir de las proyecciones elaboradas en el seno de la Dirección General sobre Asuntos Económicos y Financieros, y que focalizan sobre la evolución del gasto público en pensiones, sanidad, dependencia y educación de los países de la Unión. Un notable ejercicio de previsión que, para el horizonte 2070, invita a una profunda reflexión desde el punto y hora en que los datos recabados advierten de una continuada pérdida de población, un marcado aumento del colectivo ciudadano de mayor edad y un descenso de los grupos etarios más jóvenes. Es decir, según las prospecciones de la Comisión, en las próximas décadas tendrá lugar a nivel comunitario un crecimiento de la tasa de dependencia de la tercera edad y, por tanto, de la relación entre potenciales jubilados y trabajadores. Y, más allá del lógico impacto cuantitativo sobre las pensiones que ello implicará, se prevé un significativo aumento de los gastos en sanidad y dependencia, toda vez que estos epígrafes guardan relación directa con el estado de salud de la población, y este a su vez con la estructura etaria y, en particular, con la proporción de personas mayores sobre el total demográfico.
Hecha la reflexión anterior, la gran pregunta a responder parece inevitable, ¿cómo podremos afrontar a largo plazo la factura que se nos viene encima, sin socavar el Estado de Bienestar que entre todos hemos construido durante décadas? El análisis periódico de la Comisión implícitamente apunta en una clara dirección, aumentando de forma sostenida el rendimiento económico en el conjunto de países de la Unión Europea. De hecho, la metodología utilizada por el grupo de trabajo encargado de la elaboración de los Informes sobre el Envejecimiento citados contempla como variable de referencia la evolución del gasto en pensiones, sanidad, dependencia y educación relativizado con respecto al PIB. Una manera de proceder que permite comparar el montante de estas partidas con el nivel general de actividad de las diferentes economías europeas y, por extensión, con su capacidad para generar renta e identificar posibles fuentes de financiación de un volumen de gasto en continua expansión.
Pero crecer económicamente hablando en un escenario de descenso generalizado de la población en edad de trabajar, como el que se vislumbra en Europa, parece tarea compleja, a menos que las exiguas tasas de fecundidad demográfica se compensen con una entrada sustancial de fuerza laboral procedente de terceros países y, por descontado, tengan lugar aumentos persistentes en la productividad de los factores. Y a esto último puede contribuir la propia longevidad, como sugieren algunos trabajos de investigación, en la medida en que seamos capaces de implementar políticas de salud preventivas que reduzcan las enfermedades crónicas y aumenten la participación en la fuerza laboral de los grupos poblacionales de mayor edad.
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