Opinión

Para meterse en un hoyo

Periodistas y atletas se quejan de las medidas de protección, casi esquizofrénicas, que la organización de Tokio 2020 obliga a cumplir a rajatabla.

Media de cuatro horas de espera en el aeropuerto, prohibición de alejarse de la zona olímpica y seguimiento 24 horas a través del móvil. Normas que harían las delicias de Kim Jong-un.

Dar positivo en uno de los test diarios supone la cuarentena y el fin de los Juegos para el atleta o técnico. Para el golfista español Jon Rahm, el no poner siquiera los pies en suelo nipón, al notificarlo en su domicilio de Arizona.

Al palo de la ausencia del número 1 mundial se añadió el lío bochornoso por su sustituto. La Federación Española de Golf preseleccionó en marzo a cuatro jugadores según el ránking: Sergio García, Rafa Cabrera, Adri Arnaus y Jorge Campillo, con el gallego Santi Tarrío muy cerca.

Las anunciadas renuncias de García y Cabrera dieron la oportunidad a Arnaus. La repentina baja de Rahm abrió la puerta a Campillo. Entonces, la Federación anunció que no había tiempo material para incorporarlo. El empeño del golfista y su propia gestión médica y administrativa no dejó en buen lugar a la entidad.

Para colmo, el gallego Santi Tarrío, hoy por delante en el ránking, exigió la plaza, lamentando la falta de previsión y empatía.

Irá Campillo. La Federación asumió el error y pidió disculpas, algo inusual en la de Fútbol. Para meter la cabeza en un hoyo.

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