En deuda con el diablo

Publicado: 06 abr 2025 - 01:45

En deuda con el diablo
En deuda con el diablo

Hay noches en que te visita el diablo. Te cuento, verídico, jueves once de la noche. Estoy con unos amigos en un local de la ciudad. La conversación es intensa. Discutimos sobre el caso de Dani Alves.

Maldita sea, tengo mi teléfono en una esquina de la mesa llena de bebidas, hay mucho barullo. No sé por qué, me fijo en una chica de aspecto vivo con un aire de buscavidas que acaba de entrar. Estamos absorbidos en la discusión. Pasan un par de minutos, y veo a la chica salir con paso rápido, casi fugaz.

Cómo es la vida, hay que joderse. El tipo que vende me reconoce, es lector de mis artículos. Me invita a su lugar privado

Hostias, mi teléfono ha desaparecido. Cielo santo, perderlo es una catástrofe, me quedaría sin datos muy confidenciales. Salto a la calle, como un felino, e inicio la persecución. Ni rastro de la fulana. En la comisaría me dicen que hay poco que hacer, necesitan algún dato concreto que vaya usted a saber.

Al salir, me siento en un banco cercano y reflexiono. ¿Qué hacen los maderos cuando buscan a un delincuente? Allá se van veloces, al barrio duro de la ciudad donde habitan los camellos y todo se compra y se vende. Lo más probable es que ella esté allí. Cuando el taxista me pregunta a dónde ha de llevarme, me pide el pago por adelantado. Me deja en una plaza.

Voy caminando y me encuentro con un pedigüeño al que socorro de vez en cuando. Le describo a la chica. “Treinta euros si la encontramos”. Trato hecho. Subo con él por unas escaleras gastadas y estrechas. Timbra. Dentro fuman crack y lo que sea, unas quince personas. Me dice mi cómplice: “que no te extrañe, algunos no salen de aquí en varios días hasta que se les acaba la plata”. En una pequeña oficina el camello despacha pesando meticulosamente en una diminuta báscula.

En deuda con el diablo
En deuda con el diablo

Cómo es la vida, hay que joderse. El tipo que vende me reconoce, es lector de mis artículos. Me invita a su lugar privado. Y me espeta riendo “¿recuerdas aquella canción de los ilegales…? hola mamoncete ¿qué haces por aquí? ¿buscas algo que comprar?...” Me echo a reír. Le cuento mi aventura con la pequeña ladrona.

Él sonríe pícaro “a ver, toma esta hoja, dibújame ahí tu teléfono, si tiene alguna rotura, algo que lo identifique, dibújame la situación de la cámara…” Le doy los datos. Me dice que espere, llama a dos fulanos que salen raudos. Permanezco tranquilo entre la tribu. Hermano, conozco el lado oscuro de la vida.

(Observo el desfile de tipos underground que suben y bajan o se instalan. Alguien canturrea una canción de los Chichos, “que mal me trató la vida / voy de fracaso en fracaso / la luz que a mí me ilumina se va apagando”.

Y por supuesto, hermano lector, tengo de nuevo mi teléfono en el bolsillo).

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