Benito Iglesias
La ministra y la quimera de la vivienda asequible
El naturalista David Attenborough, presentador de las series Planeta Tierra y Planeta Azul; la zoóloga Dian Fossey -autora de Gorilas en la niebla-, quien junto a la etóloga, antropóloga y primatóloga Jane Goodall, popularizó los más exhaustivos estudios sobre primates; el celebérrimo oceánografo Jacques Cousteau, capitán del Caplypso, dirigió la serie documental El mundo submarino, introduciendo al respetable en las profundidades marinas; el inefable astrónomo, astrofísico, cosmólogo y astrobiólogo Carl Sagan con su serie Cosmos, asombró al mundo con la vastedad del universo y la magnitud microscópica del ser humano; y por supuesto el querido y celebrado odontólogo, cetrero, zoólogo y productor televisivo, Félix Rodríguez de la Fuente, responsable de la internacionalmente aclamada serie televisiva El hombre y la Tierra, fueron modelo indiscutible de una generación de telespectadores, cuyas semblanzas y conocimientos aún gravitan en la memoria colectiva.
Quienes han tenido la fortuna de conocer a estos icónicos divulgadores de los años 70 y 80, y los más desafortunados que hayan tenido que contentarse con los reiterados y cansinos Grandes documentales de la 2, han tenido la oportunidad de conocer muchas de las diversas especies animales que pueblan el microcosmos terrestre.
De entre todas hay una especie en particular, el buitre, un ave distribuida respectivamente en 16 grupos en Europa, África y Asia, mientras otras 7 variedades habitan en el territorio que ocupa de Canadá al extremo de América del Sur, cuyo rasgo identitario es su consideración de ser un augurio funesto, al denunciar su vuelo un fin siniestro, sangriento y hediondo, constituyendo la metáfora de la más terrible de las muertes.
Pero aún hay otra característica que lo define y que resulta más fácil de identificar por la mayoría: el buitre es un parásito que no hace nada. Sólo descansa y observa el esfuerzo ajeno.
Permanece sin dar un palo al agua mientras el resto de animales se afana en buscar su sustento. El buitre se limita a observar cómo los demás luchan y se desgastan, cazan y sobreviven. Sólo cuando los trabajadores se han alimentado entra en acción el buitre, quien se nutre, sin sudar ni una gota, del resto de la comida que ha sobrado al cazador, viviendo literalmente del esfuerzo ajeno.
Por otro lado, con la situación desesperada de falta de vivienda en España y, después del acuerdo de las comunidades autónomas gobernadas por el PP ante la pasividad del Gobierno central, finalmente el Ejecutivo ha lanzado una batería de medidas para facilitar el acceso a un techo para los ciudadanos.
Cabe recordar que este es un problema que viene de antiguo, dado que ya suponía un reto en los años 50, cuando para una población que rondaba los 30 millones de habitantes se construyó, en el período que abarca de 1957 a 1979, más de 4.000.000 de viviendas de protección oficial, a lo que se añade la congelación de los alquileres con la Ley de Viviendas de Renta Limitada de 1954 y la Ley de Arrendamientos Urbanos de 1964.
Así las cosas, Moncloa ha anunciado una serie de medidas encaminadas a facilitar el acceso a la vivienda que, si bien está espantando a los inversores, poca o nula repercusión tendrá en una economía de libre mercado ya que, de nada sirve la exención fiscal por alquiler si el arrendador puede cargar con el coste del gravamen y mayores beneficios al inquilino.
Sánchez va a destinar 30.000 viviendas del Sareb a su plan, más otras 3.300 de la Empresa Pública de Vivienda -que ni son suyas ni solucionan mucho-, obviando que de nada sirve sacarle una casa a uno para dársela a otro. El resto es un cambalache tributario sobre unas tablas de valoración ignotas y una promesa de 115.000 apartamentos más, que recuerdan mucho a aquellos 800 ó 1.000 puestos de trabajo prometidos por Felipe González en 1982. La única realidad es que pese a la idea de los políticos de que el Estado es una ubre inagotable, si bien por un lado no hay pan para tanto chorizo, por el otro, lo de construir un parque decente de viviendas para una población de 48.000.000 de habitantes no se contempla. Claro, eso al fin y al cabo sería demasiado franquista.
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