Ramón Pastrana
LA PUNTILLA
Ositos
Según el Informe de Juventud 2024, publicado por el Observatorio de Demografía del Ministerio de Infancia y Juventud, el discurso dominante que durante años ha presentado a la juventud española como una generación fuertemente comprometida con el feminismo y la agenda de LGTBQI+ empieza a resquebrajarse. Y si en 2019, el 64 % afirmaba sentirse identificado con el feminismo, en 2023, ese porcentaje es del 54 %. El respaldo a la igualdad de género también disminuye considerablemente: del 74% al 62% en el mismo periodo. Este estudio viene a confirmar que, en términos generales, no son los hombres mayores quienes más se sienten incómodos con el feminismo, sino los chavales de la generación Z.
La historia política y cultural rara vez avanza en línea recta. Como escribió Ortega y Gasset, “la vida es una serie de columpios, un vaivén constante entre extremos.” Y eso vale también para las ideas. ¿Estamos ante un cambio de “valores” o ante una fase del péndulo? Quizá ambas. El feminismo institucional, convertido en dogma para algunos y en bandera partidista para otros, ha perdido parte de su capacidad de seducción. Ya no emociona como antes porque su lenguaje ha dejado de interpelar. Como escribió Italo Calvino, “la ideología se vuelve invisible cuando es hegemónica”. Muchos chicos no sienten que vivan en una sociedad desigual porque han nacido en una época donde las conquistas feministas ya están asumidas como parte del paisaje. Y cuando lo que te rodea se vuelve invisible, dejas de valorarlo.
Como escribió Benedetti: “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron las preguntas.”
Las instituciones, los medios y el feminismo oficial han fallado en la pedagogía. Muchas veces han hablado desde la superioridad moral, desde el reproche, desde un lenguaje que no conecta con la realidad emocional de los jóvenes. Se ha explicado el feminismo con datos, leyes y slogans, pero no con historias, afectos y empatía. El feminismo se ha presentado como una doctrina cerrada, no como un movimiento vivo y plural. Se ha legislado mucho, sí, pero se ha escuchado poco. Se ha hablado desde el púlpito, no desde el patio.
Antonio Machado escribió: “¿Tu verdad? No, la Verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela” La izquierda ha olvidado invitar a los jóvenes a esa búsqueda compartida. Les ha dado respuestas antes de dejarles hacer preguntas.
Convertir el feminismo en símbolo partidista ha sido un error grave. Cuando la igualdad se viste solo con los colores de un lado del espectro político, pierde su carácter universal. Muchos jóvenes no rechazan el feminismo como idea, sino como estandarte ideológico. Lo ven como una consigna más que como una convicción.
En este como en otros temas, la izquierda tiene que recuperar la escucha, bajarse del atril y abandonar el tono catequístico. Como escribió Rosa Montero, “El feminismo no es dogma, es duda, es conciencia crítica”. Los jóvenes no necesitan sermones: necesitan sentido.
Lejos de los debates ideológicos, el informe deja claro que la juventud tiene otras preocupaciones más urgentes y compartidas, en las que la mayoría de los chicos y chicas están de acuerdo, como la situación económica que atraviesa el país, el acceso al empleo, la vivienda, la educación o la salud mental.
Como escribió Benedetti: “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron las preguntas.” Quizá los jóvenes con relación al feminismo institucional están planteándose nuevas preguntas y toca escucharlos.
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