El experimento de Minnesota

TRIBUNA

Publicado: 22 dic 2025 - 05:40

Opinión en La Región
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En 2016 Mel Gibson nos obsequió con otra de sus películas controvertidas, de esas que provocan en el espectador reflexiones morales sobre la vida, la muerte, la guerra y la religión. Su título, “Hasta el último hombre”, se inspira en la historia real de Desmond Doss, un joven adventista del séptimo día que se alistó voluntariamente en el ejército de EE.UU. durante la II Guerra Mundial, pero que se negó a portar armas. En mayo de 1945, durante la batalla de Okinawa, salvó a 75 compañeros heridos bajándolos hasta la playa por un escarpado acantilado, con la única ayuda de su fuerza física y entereza, y unas humildes cuerdas.

Pues bien, entre noviembre de 1944 y diciembre de 1945, el fisiólogo Ancel Keys, de la Universidad de Minnesota, llevó a cabo un estudio con 36 voluntarios, jóvenes sanos objetores de conciencia durante la guerra. El objetivo principal de este estudio era comprobar qué efectos físicos y mentales provocaba en el ser humano un período de inanición prolongada controlada. De esta manera, se dispondría de datos fehacientes para determinar cuál era la mejor manera de realimentar a millones de víctimas de la hambruna en Europa y Asia durante la posguerra. El experimento de Minnesota se dividió en varias fases, incluyendo un período de 6 meses en el cuál los voluntarios se sometieron a una dieta diaria de aproximadamente 1.550 calorías, con una pérdida de peso promedio del 25%. Alcanzado este punto, se ponía en marcha una fase especifica de rehabilitación, con diversas estrategias dietéticas.

De esta manera ciertamente cruel, la ciencia comprendió mucho mejor los efectos del hambre y la desnutrición en los seres humanos, en una época aciaga donde millones de prójimos padecieron condiciones semejantes de hambre y penuria en los brutales campos de concentración y exterminio.

Los participantes experimentaron una amplia gama de consecuencias físicas y psicológicas, algunas de ellas de devastador efecto, como por ejemplo anemia, fatiga crónica, debilidad extrema, edemas en las extremidades inferiores, junto a una marcada pérdida de masa muscular y grasa corporal. En la esfera psicológica y conductual, estos voluntarios padecieron un incremento de su ansiedad, irritabilidad, apatía, fallos en la concentración y síntomas depresivos, desarrollando una obsesión por la comida, incluyendo comportamientos tan pintorescos como rituales alimentarios rígidos y el coleccionismo de recetas culinarias. A medida que el experimento avanzaba, el aislamiento social se fue haciendo cada vez más patente, a la vez de la pérdida progresiva del interés por las actividades cotidianas y el deterioro de las relaciones interpersonales. Algunos incluso llegaron a mostrar conductas extremas y 3 voluntarios abandonaron el estudio. De esta manera ciertamente cruel, la ciencia comprendió mucho mejor los efectos del hambre y la desnutrición en los seres humanos, en una época aciaga donde millones de prójimos padecieron condiciones semejantes de hambre y penuria en los brutales campos de concentración y exterminio.

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