Opinión

Todo a pulmón

Respira profundamente… Ahora ya puedes empezar a leer este artículo. Piensa en el viaje que las moléculas de aire hacen desde tu nariz hasta los pulmones. Normalmente, no hay problema: transitan tráquea abajo y se alojan donde corresponde, pero a veces no es así; a veces no saben llegar a su destino y necesitan de un guía que las lleve de la mano.

Eso es lo que hace el doctor Diego, quien además de médico es doctorado por la Universidad de la Ilusión, esa donde sólo aprueban los que conocen el significado de la palabra “Bondad”.

En sus papeles oficiales pone que se llama Diego González Rivas, que es cirujano torácico, que ha realizado más de 9.000 operaciones y que viaja por todo el mundo operando con una técnica novedosa que permite a los pacientes con un grave cáncer de pulmón agarrarse a una esperanza de cuatro centímetros, lo que mide la incisión que practica para poder llegar hasta el tumor y extirparlo.

Nada destacable. Cualquiera puede hacerlo. Basta con estudiar unos cuantos libros, aprender a manejar una microcámara y adquirir destrezas con una diminuta tijera. Clis, clas…, y ya está. Eso podríamos pensar.

Sin embargo, basta hablar con él cinco minutos para darse cuenta de que para ser “cirujano del aire”, es decir, para convertirse en ese mago que devuelve la vida en cada resuello, hace falta mucho más que sacrificio y una sólida base médica. El doctor Diego y yo hablamos de todo menos de medicina o de pulmones. Fueron 15 minutos -unas 240 respiraciones- en los que descubrí que lo hizo “porque no sabía que era imposible”.

Antes que él hubo personas como Colón, Livingston, Howard Carter o Marie Curie, que se abrieron camino sabiendo a dónde iban, pero desconociendo cuál sería su recompensa final. El doctor Diego recoge la suya cada día en los hospitales de todo el mundo: son toneladas de agradecimiento en forma de sonrisas y abrazos que le recuerdan a cada segundo -a cada respiración- la máxima que aprendió en su infancia: ser humilde no es nada, pero lo es todo.

Nunca digas que algo es imposible si no lo has hecho, si no lo has vivido, si aún no te has cansado…

El doctor Diego, como buen gallego, es capaz de darle categoría al silencio cada vez que le da un abrazo a sus pacientes. Eso hizo con su amigo Carlos Martínez, quien afirma que lo que mejor recuerda del duro trance que pasó durante su época de convaleciente es el afecto que el doctor Diego le regalaba cada vez que lo visitaba. Qué cierto es eso de que en la vida, además de serlo, hay que parecerlo. Y como diría Miguel Ríos: todo a pulmón.

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