Antonio Casado
Cumbre de la desunión europea
TRIBUNA
¿Huevo, pico o araña? ¿Churro, mediamanga o manga entera? ¿Piedra, papel o tijera? En el ámbito lúdico infantil, algunos, alguna vez, hemos tenido que escoger una opción entre estas ternas. Para el día de hoy nos propone el singular Aloysius un dilema más propio de otorrinolaringólogos. Si tuviéramos que renunciar a uno de estos tres sentidos ¿cuál elegiríamos?. Este tipo de debates no resultan novedosos: sin olfato no sentiríamos placer al oler ni al comer; sin oído no encontraríamos aislados; y sin la garganta no podríamos hablar. Pero reducirlo al todo o nada no tiene demasiado sentido, pues garganta, nariz y oídos forman parte de un sistema integrado, popularmente estudiado en la especialidad médica ORL, encargada del mantenimiento de funciones tan vitales como la respiración, la defensa inmunitaria, la audición, el equilibrio y la comunicación. La nariz no es solo olfato. También filtra, humidifica y calienta el aire que inhalamos. Su mucosa y sus cilios forman parte de la primera barrera defensiva contra agentes patógenos. Nuestro sentido del gusto depende en un 80-90% del olfato. Por ejemplo, si no pudiéramos oler el humo o un escape de gas, nuestra seguridad se vería afectada. Respecto a la garganta, el tándem faringe y laringe, es la maga capaz de convertir el paro del aire en voz y en canto. Cuando funcionalmente está afectada, además de no conseguir hablar podríamos atragantarnos, e incluso morir. En el oído reside también la clave de nuestro equilibrio. Y no sólo nos permite oír y escuchar, sino que la pérdida o ausencia de la audición nos aísla socialmente. Y mucho. Por la historia sabemos que la medicina del oido, la nariz y la garganta tiene raíces milenarias, desde el antiguo Egipto hasta la modernidad. Al respecto, tampoco el cine ni la literatura han conseguido mantenerse al margen, desde la fábula del absurdo de Nikolái Gogol titulada “La Nariz”, que ha inspirado cortos cinematográficos y hasta óperas como la homónima de Dimitri Shostakóvich, hasta la película checoslovaca “The Ear” (Ucho, 1970) que utiliza el sentido del oído como símbolo de la vigilancia y la paranoia. Garganta, nariz y oído ocupan pues un lugar importante en la imaginación popular. En 2005, en Escocia, Hannaford y colaboradores realizaron una investigación para conocer la prevalencia de las patologías ORL entre la población general. Para ello enviaron por correo un cuestionario a más de 12000 hogares, obteniendo respuesta de unos 15800 prójimos. Un 20% notifico alteraciones auditivas; otro 20% zumbidos prolongados; entre el 13 y el 18% síntomas nasales persistentes, incluyendo alergia; un 7% refirió estornudos y molestias vocales. Y un 30% padeció una amigdalitis severa durante el último año. Ya saben: seamos todo oídos. Desnudemos nuestras gargantas. Porque estamos teniendo problemas de narices.
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