Opinión

Cauris, siclos y criptomonedas

Impresionante! El libro “Sapiens”, de Yuval Noah Harari, es una joya, imprescindible en cualquier biblioteca que se precie. Pablo Jáuregui lo define como “una obra monumental brillante y provocadora”; más acertada es la opinión de Sebastián Junger: “Por fin alguien ha escrito un libro como este”. El Viejo Milenario lo ha releído varias veces; es sencillo, entretenido y clarificador, los asuntos más complicados los expresa con un conocimiento tan asequible que cualquier alumno de los primeros años de la ESO disfrutaría con su lectura.

La imaginación es la sede de, al menos, el cincuenta por ciento de nuestra actividad diaria y condiciona al otro cincuenta por ciento, recargándose en el sueño y dejando al sistema límbico esclavizado por emociones ajenas a la realidad tangible, convirtiendo a la persona en una entidad productiva al servicio de la sociedad y del “Poder”. Desde la más tierna infancia, el mono desnudo juega en un mundo imaginario, aprendiendo lo que de adulto le permitirá realizar actividades fundamentales para su supervivencia. Si se reflexiona sobre aquellas acciones primordiales que brotan de la imaginación y condicionan la economía, la religión, la familia, la tecnología… etc. Cimentando la vida desde que el cazador recolector ha desaparecido. El ejemplo más notorio es el dinero que, con valor físico cero, alcanza los miles de billones necesarios para que la economía mundial funcione. Algoritmos informáticos le dan el valor positivo o negativo; generando ricos y pobres. ¡La imaginación al poder!, gritaban los ilusos estudiantes de la Sorbona en mayo del año 68, creyendo que la imaginación era ácrata cuando la realidad es que esta es el eje en el que gira el dominio del pastor que cuida del rebaño.

El dinero fue siempre señor y amo de todas las civilizaciones, desde la sumeria y acadia hasta la científico-técnica. El poderío del dinero se puso pronto de manifiesto, llegando a humillar al primer patriarca, el padre Abraham, que para enterrar a su mujer Sara tuvo que pagar a Efrón 400 siclos por la cueva de Macpela. Más barata fue la venta de José a los mercaderes egipcios, pues los hermanos recibieron 20 siclos de plata. Barato fue el precio de la traición al Mesías: Judas Iscariote recibió 30 monedas de plata (probablemente siclos).

 ¿Qué atracción tendrían las conchas de cauri para ser aceptadas como moneda universal en los mercados y transacciones importantes durante cientos de años? (se afirma que en países africanos, China o la India fue moneda de cambio durante milenios). Pero su respaldo era la fe en el imaginario colectivo de los pueblos que la admitían como elemento del poder político. Algunos le atribuían al cauri un parecido con los genitales femeninos, lo que acentuaba su valor.

El Viejo Milenario juega alguna vez con sus tres hijos al Palé, juego plagiado del Monopoly. El Viejo es conservador y arriesga poco, porque prefiere el dinero a la inversión, mientras que sus hijos arriesgan e invierten en hoteles, casas y servicios y siempre sucede lo mismo: ganan la partida los jóvenes y pierde el que ha quedado con un imaginado dinero que solo le sirve para pagar hipotecas y multas.

Pero algunas veces la imaginación no confía en la fantasía de los demás. A sabiendas que la confianza es la materia bruta a partir de la cual se acude a cualquiera forma de dinero, se comprende el batacazo que han llevado los inversores en criptomonedas, que no hicieron caso a lo anunciado por Nicholas Weaver (cientifico en la Universidad de Berkeley), que calificó ese sistema como una estafa piramidal. No olvidemos que el dólar, el euro y cualquier otra moneda pueden desaparecer de la imaginación de los banqueros y convertirse en papel de Monopoly. (Ya pasó y está pasando).

Hay que leer a Noat Harari.

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