Xabier Limia de Gardón
ARTE ET ALIA
Co gallo do 75 cabodano da morte de Castelao... e Álvaro de las Casas
RECORTES
El caso de la diputada del PP Noelia Núñez que ha metido amplia morcilla en su currículo no es el primero que desliza verdades a medias o mentiras abiertas en la exposición de méritos. Tras el descubrimiento de esta impostura y las reacciones que ha producido en una España con la sensibilidad a flor de piel en el inicio del descanso vacacional, son fehaciente demostración de que, como consecuencia del largo rosario de situaciones de elevado compromiso en el que se ha expuesto el partido mayoritario del Gobierno y el último episodio de sospechas que afecta al ex ministro del PP, Cristóbal Montoro, todo el mundo está con la mosca detrás de la oreja y a poco que se restriegue salen a relucir los puñales.
Es por tanto el caso de Noelia Núñez un ejemplo muy pertinente para advertir que es necesario recapacitar con la vieja costumbre de inflar las presentaciones personales y aterciopelar los méritos, una impostura frecuente que ha descubierto el juego de manos de la congresista del PP quien, una vez descubierta y obligada por las circunstancias y la dimensión de su patraña, presentó la dimisión de todos sus cargos y tiró por la ventana su carrera política que tiene todos los visos de ser irrecuperable.
Una formación académica normal aderezada con la experiencia, el trabajo y la honorabilidad bastaría. Lo demás es cosa de cada persona.
Lo que parece desprenderse de este sainete es la casi certeza de que eso de usar la superchería y adjudicarse más méritos de los verdaderamente obtenidos afecta a casi todos. De hecho y para evitar nuevos soponcios, los partidos políticos han recomendado a sus altos cargos que revisen sus currículos y los adelgacen convenientemente para que no se caiga en más patrañas. La reacción no se ha hecho esperar y han comenzado a desaparecer títulos, ampliación de conocimientos y masters en la hoja de ruta académica de todos los que se dedican a la cosa pública empezando por los personajes que se sientan en el complejo de Moncloa.
Hay, y esa es la segunda de las conclusiones que se extraen del caso Núñez, una enfermedad extendida de titulitis en España cuando lo que debería valorarse es la competencia, la fiabilidad, la honestidad y el compromiso, virtudes todas ellas inherentes al cargo público que no suelen premiarse con diplomas. Una formación académica normal aderezada con la experiencia, el trabajo y la honorabilidad bastaría. Lo demás es cosa de cada persona.
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