Opinión

Chesterton

El cardenal de Caracas Baltazar Porras, a quien tuve el honor de conocer y que me habló muy bien delante de todos los obispos venezolanos de nuestro entrañable Cesáreo Gil Atrio, es uno de los purpurados de más prestigio del Colegio Cardenalicio. Recientemente ha hablado de Chesterton en el centenario de su conversión al cristianismo. El inglés fue dramaturgo, poeta, escritor, polemista, agnóstico, anglicano y católico. Un inquieto inquisidor por encontrarle sentido a todo lo que hacía; hombre de confrontación, de búsqueda permanente de la razón de ser de las cosas, y la necesidad de encontrarle respuesta a los interrogantes de la vida. Tenía 46 años cuando se convirtió al catolicismo. Dice que: “En el cristianismo encontré la llave que permite abrir la cerradura del misterio de la vida, porque hace encajar las distintas piezas”.

Gilbert Keith Chesterton nació en Londres el 29 de mayo de 1874 y murió en Beaconsfield, el 14 de junio de 1936, en plena época victoriana, en medio de las vicisitudes propias de las polémicas filosóficas, científicas y religiosas de su tiempo, con los acontecimientos políticos tanto en Gran Bretaña como en la Europa de comienzos del siglo XX. “No nos traguemos todo lo que nos ofrecen los modernos medios de comunicación que invitan más al ‘borreguismo’ que a la conciencia crítica que nos hace seres libres y responsables. Los invito a leer las reflexiones de Chesterton sobre la veracidad”, afirmó el Cardenal Porras.

Y continuó: “Uno de los temas más socorridos en la actualidad es el sacar a relucir las defecciones y la disminución del catolicismo en varias partes del mundo, por diversas causas: el secularismo, los escándalos por los abusos de poder, la exigencia de reconocer los errores del pasado y darles solución actual. La mejor respuesta ha sido la presencia del papa Francisco en Canadá, dando razón a parte de los reclamos pero, a su vez, indicando que hoy existen también nuevos colonialismos y exigencias muy distantes de una ética humanista a la que todos los humanos tenemos derecho. Junto a esta realidad, no dejamos de preguntarnos el porqué se dan también numerosas conversiones al catolicismo, desde trincheras aparentemente lejanas o contrarias. No dejo de dar gracias a la insistencia de mis formadores en el Seminario Menor caraqueño de familiarizarnos con la lectura. No fue tiempo perdido”. 

Chesterton hizo del inicial agnosticismo un cultivador de su fe familiar anglicana que lo llevó paso a paso a encontrar en el catolicismo, la razón de ser de su existencia. A su muerte, el cardenal Pacelli le envió a su viuda un telegrama de condolencia a nombre del papa Pío XI. Precisamente en los años previos a su conversión, creó la figura de un personaje sencillo, sacerdote católico, párroco: el padre Brown, con un lenguaje sencillo y agradable que se leía como toda acción detectivesca con emoción. 

Nos hace falta tener el espíritu de Chesterton para que entre la paradoja de la vida, a través del relato simbólico, le encontremos respuesta a los interrogantes vitales sin tragarnos tanta propaganda que nos embota. Muchas veces viene a mi memoria Isidoro Guede, quien, en su despacho de esta redacción, me invitaba a leer las reflexiones de Chesterton sobre la veracidad para transmitir y presentar a los poderosos e influyentes tantas actitudes que desfiguran el ser humano como personas responsables modestas y honorables, lo que no es incompatible con exagerar alguna de sus cualidades.

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