Opinión

Las imágenes del verano

Los teleobjetivos funcionan sin descanso durante los meses de estío en los que los fotógrafos que disparan su cámara a la caza del famoseo suelen obtener una excelente cosecha que garantiza  un invierno más calentito. Este año no han tenido que subirse a los árboles o montar guardia entre los matorrales de Marivent regateando a la Guardia Civil para obtener buenas placas de la Familia Real, porque ha sido ella misma la que han facilitado su trabajo paseando tranquilamente por las calles de Palma en uniforme estival sin la menor preocupación. Ahora ya podemos dar fe de que la reina Letizia tiene piernas e incluso usa un bikini como cualquier otra mujer normal y corriente, circunstancia de la que es de justicia alegrarse pues consiste en incluir a la pareja reinante y sus hijas entre los muchos veraneantes que descansan al sol de Mallorca.

De todos modos, los paparazzi no se han ido de vacío este año y ya se ha hecho viral la impactante foto de Iñaki Urdangarín al volante de su coche, llorando a moco tendido. Sospecho que, junto al vídeo del alcalde de Vigo bailando breackdance en una fiesta al aire libre, la instantánea del ex duque de Palma sorprendido en la desconsolada soledad de su automóvil con el gesto crispado y los ojos arrasados por las lágrimas, va a resultar lo más jugosa en cuestión de imagen de este estío que ya nos ha devuelto al presidente Sánchez a la Moncloa regañando de paso a ciertos periodistas que han mostrado la osadía de especular sobre lo que no deben, y han cometido el disparate de difundir bulos que nada tienen que ver con la realidad y que especulaban sobre una posible y nueva crisis de Gobierno. Esta estampa no es nueva y desde finales del siglo XIX y principios del XX se viene repitiendo, cuando los periodistas hacían cola delante del balneario donde descansaba  el primer ministro y, libreta en mano le preguntaban sobre la remodelación del Gabinete, a lo que Cánovas, o Dato, o Canalejas o Primo de Ribera o el que estuviera presidiendo el Consejo, contestaba con la sonrisa en los labios que no era cierto para y saludar cortésmente después sin necesidad de leerles la cartilla.

De lo de las lágrimas de Urdangarín ya hablaremos, porque hay interpretaciones para todos los gustos. Personalmente opino que si yo fuera él, también estaría llorando como una Magdalena.  

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