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LA OPINIÓN
No sé qué tendrá Granada. Qué habrá en esos aires del Albaicín, en esa rebelión de las Alpujarras. No sé qué extraña mística abraza la Alhambra, que toca los cuentos de Irving, la memoria de Hemingway y que empapa los ojos de Boabdil. No sé qué tendrá Granada que te hace volar.
María Pérez se sienta en la misma mesa que Usain Bolt, Mo Farah o el mismísimo hijo del viento, Carl Lewis
Con el segundo oro de ayer, María Pérez se sienta en la misma mesa que Usain Bolt, Mo Farah o el mismísimo hijo del viento, Carl Lewis. Ella es de un pubelo granadino más pequeño que el tuyo, de Orce, y entrena en Guadix. Lo hace a las órdenes de Jacinto Garzón y Montse Pastor, que recogen el testigo de un Manuel Alcalde que se fue demasiado pronto, pero que dejó mucha escuela. Supongo que Jerzy Hausleber fue uno de los más grandes porque más allá de su método, se rodeó de los mejores. Y Garzón hace lo propio.
En Cuntis empezaron los hermanos Chamosa, forjados al fuego lento de la tecnificación de Pontevedra. El tartán que acaricia el Lérez los moldeó y, a principios de la temporada pasada, dieron un salto para entrenar con los atletas de los que hablará la historia. El grupo de Granada es indestructible porque se ha reforzado con la excelencia del norte. Con el tiempo, Antía y Dani se han transformado en una de esas rocas del Monte Pindo, del Olimpo celta que guarda la esencia de una heroicidad que hoy se consigue con medallas.
Las de María Pérez saben bailar muiñeira. En medio del puño de hierro de la granadina, centellean los Chamosa. Dicen los entendidos que Antía tiene mucha calidad y llegará lejos. De primeras ya ha estado en unos Juegos, aunque la astronómica nómina de apellidos nacionales pospusieron su debut. Yo, desde mis ojos de lego, solo puedo contemplar su ritmo constante y abrasivo, que recoge del asfalto la osadía de quien no supo calibrar esfuerzos. Un pajarito me dijo que se había marcado estar entre las 12 primeras, pero su potencial ha hecho añicos su modestia. Regresa con su mejor marca de siempre y la séptima plaza de finalista en los 20 km. En Budapest fue 28ª. Su progresión desafía cualquier límite.
Lo del mayor, lo de Dani, es para darle de comer aparte. Con 28 años afrontaba su primer mundial, pero solo porque una suerte esquiva le hizo vivir en arenas movedizas. Su cuerpo espigado es su mayor fortaleza pero también un hándicap. No tuvo un neumotórax, sino tres, atajados con dos operaciones quirúrgicas. Un lamento joven, comprensible e iracundo todavía persiste en su Instagram: “La suerte nunca está de mi lado”. Casi una década después de aquel pozo, Dani es el sexto mejor hombre del mundo en los 35 km. En su exhibición no hay ni pizca de la suerte que maldecía porque lo único que lo ha encumbrado es una cantidad ingente de trabajo y una sobrenatural capacidad para reponerse de los golpes. “El año pasado estaba en la grada y en Budapest a pie de pista. Ni en mis mejores sueños”, dice en la línea de meta.
El mito de la marcha española, Chuso García Bragado se retiró en Tokio 2020, sus octavos Juegos, con 51 tacos. Santi Pérez, lo más grande que habíamos visto aquí, es ahora el responsable de marcha nacional y en nuestra cantera ya brilla Aldara Meilán. María Pérez seguirá marcando el camino mientras otros como Paul McGrath recogen los frutos. Los Chamosa también lo están haciendo. Y les queda mucha cuerda.
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