Ramón Pastrana
LA PUNTILLA
Ositos
El viernes pasado Mario Rodríguez González “Chisco” presidió su último pleno en el ayuntamiento de Esgos. Con las mismas virtudes que merecieron las cuatro mayorías absolutas que le otorgaron sus vecinos. Con la discreción que caracteriza a los grandes y la humildad que siempre practicó, valores de los muchos que atesora quien nació en una familia como la suya, con la bonhomía y el compromiso como baluartes.
Mario fue, es y será una persona leal. Leal a las personas y leal al territorio, absteniéndose de la “lealtad a los acontecimientos” que cuenta con tantos adeptos. Cuando le planteé encabezar la candidatura popular en Esgos no tardó una décima de segundo en ponerse a disposición, una decisión donde antepuse a otras cuestiones el mejor resultado posible. Y ahí estuvieron sus nueve de nueve concejales, un cien por cien de representación que dibujaba perfectamente su personalidad. Su empatía frenaba proyectos de otras previsibles candidaturas electorales, cargaba su voz de fuerza para reivindicar lo justo ante otras administraciones y representaba la moderación y el sosiego político: la fuerza de la razón y no la razón de la fuerza.
No tiene razón quien más grita. Mario no se enfadó ni insultó. Supo interpretar como nadie las órdenes de su pueblo, vehiculizadas en formato de papeleta electoral. Razonó y expuso con rigor todas las demandas que planteó y administró con honestidad los dineros públicos que gestionó. Sensible a la cultura y a la participación vecinal verdaderamente fue, es, profeta en su tierra. Sus palabras modulaban y reconducían cualquier reunión difícil. De su boca, si se le pedía, siempre un sabio consejo.
Constituye un axioma político indubitable que las organizaciones, y dirigentes, con más futuro son las que dedican su presente a poner en valor su pasado. Por eso su legado es tan rico y ambicioso que permite que quien lo suceda tenga retos a la altura del futuro de Esgos.
Mario, en estos catorce años, deja un ejemplo permanente de saber hacer. Viene a cuento la frase atribuida a Catón el Viejo: “Res, non verbas”. Es decir: “Hechos, no palabras”. La importancia de la acción y la ejecución por encima de las promesas o el discurso. Y nuestro término municipal es testigo de su paso por la alcaldía con innumerables obras, que, como todos sabemos, son amores. Para la historia colectiva, su decisivo empuje para reactivar la candidatura de la Ribeira Sacra para su declaración como patrimonio mundial por la Unesco. Que se lo digan a San Pedro de Rocas, esa joya que Mario tanto abrillantó y cuidó.
Una calidad humana y política que demostró hasta su renuncia: nunca olvidaré esa llamada telefónica que me hizo antes de entrar a su último pleno. Decía Baltasar Gracián que “por grande que sea el puesto, ha de mostrar que es mayor la persona”. Y Mario lo demostró siempre. Y lo seguirá exhibiendo porque, afortunadamente para todos, sigue estando ahí y siempre para ayudar.
Todo el tiempo que compartimos en la corporación fue un ejercicio de tolerancia, diálogo y trabajo en equipo. Y eso sólo es posible con un liderazgo como el suyo, nacido del apoyo masivo recibido por su modestia y vocación de servicio. Vivió en su familia la política y la política la convirtió en su familia. Por eso cualquier homenaje que se le rinda no estará a la altura de la impronta que nos deja. Y estas líneas sólo buscan dejar testimonio de su grandeza y de lo bien que encarnó el concepto del servicio público. Muchas gracias por tanto querido Mario, eterno Alcalde. Siempre Esgos.
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