Carlos Risco
LA CIUDAD QUE TODAVÍA ESTÁ
La puerta que fue bodega en la calle Hernán Cortés
TRIBUNA
Cuando me cruzo con alguna amiga o conocida por la calle y me pregunta - ¿cómo estás? - siempre le contesto -menos bien que tú, porque tienes dos cromosomas X y yo solamente uno -. Y, mira tú por donde, ahora ha venido la ciencia a confirmar mis sospechas. Y aunque ciertamente es discutible, le atribuyen el gran Mark Twain el dicho popular sobre la existencia de las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas. Y es que algunas veces las cifras son demasiado testarudas. Sostiene Aloysius que, en cada rincón de esta pequeña motita azul donde habitamos, las mujeres suelen durar más que los hombres.
En cada rincón de esta pequeña motita azul donde habitamos, las mujeres suelen durar más
Repasando algunas estadísticas, como las que recopilan los datos sobre la esperanza de vida, en líneas generales ellas parecen disfurtar de ciertas ventajas. Los expertos han especulado sobre posibles causas genéticas y unos hábitos de vida más saludables.
Pues bien: un estudio internacional dirigido por el prestigioso Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva ha estudiado más de mil especies de mamíferos y aves de zoológicos de todo el mundo. Entre los primeros, en casi tres de cada cuatro especies, las hembras viven más que los machos. Por si fuera poco, esta longevidad alcanza un 12%. Sin embargo, en las aves, ocurre lo contrario.
En esta partida de ajedrez que diariamente jugamos contra la Muerte, cada sexo mueve piezas diferentes. En los mamíferos, las hembras cuentan con dos cromosomas X, como si tuvieran una copia de seguridad por si falla la primera. Los machos, en cambio, tienen un cromosoma X y otro Y, y en este caso no hay repuestos disponibles. En las aves, los machos tienen dos cromosomas sexuales Z. Técnicamente son homogaméticos, mientras las hembras tienen un cromosoma Z y otro W, siendo heterogaméticas. Esta inversión podría ser la causa de sus menores expectativas de vida. Pero, como dice Thomas Bouchard, el psicólogo estadounidense especializado en comportamiento, la genética carga nuestras armas, pero es nuestro estilo de vida el que aprieta el gatillo. Los machos de todas las especies compiten continuamente por parejas y territorios, este gasto energético extra y la exposición al riesgo suelen pasarles factura.
En el caso de los humanos, debemos tener en cuenta además factores sociales y culturales. Durante la mayor parte de nuestra evolución los varones han asumido trabajos más peligrosos, han participado en más conflictos bélicos, han fumado más cigarrillos y se han tomado más copas de alcohol. Y si bien la biología marca tendencias y nunca destinos individuales, la salud masculina resulta más frágil. En las mujeres, esa combinación de genes, hormonas, estilos de vida y comportamientos más sensatos indudablemente juega a su favor. Y poco a poco van aplazando el jaque mate con el que finaliza esta partida llamada vida.
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