La Región
JARDÍN ABIERTO
Simbología de la flor de amarilis en Navidad
Pittsburgh, para los que somos metalúrgicos, es un sitio en el que nos sentimos a gusto por ser “la ciudad del acero”, material que destaca en sus numerosos puentes sobre los tres ríos que confluyen en la ciudad, el Allegheny, el Monongahela y el Ohio. Ha sido una de las ciudades más importantes de EEUU, desde que en el siglo XIX se especializó en la fabricación de hierro y acero, llegando a convertirse en “la tercera ciudad” de EEUU después de Nueva York y Chicago. Uno de los símbolos de la ciudad es su equipo de futbol, como no, llamado los “Steelers”. Tras la decadencia de la industria siderúrgica en los años 80 del siglo XXI, la ciudad se reconvirtió hacia industrias mal-llamadas tecnológicas y la educación, siendo la sede de una de las universidades más importantes de EEUU: Carnegie Mellon. Pero Pittsburgh tiene también algo que le distingue: es la ciudad natal de Andy Warhol, y la ciudad posee el museo con la mayor obra del pintor sobre la faz de la tierra. Museo que merece la pena ser visitado, y para nosotros, los metalúrgicos por otro motivo: tiene una serie pinturas llamadas “Oxidation” que son las únicas pinturas bajo las que ha existido la sospecha de haberse orinado, vamos que podríamos llamarlas “pinturas meonas”.
Aquello constituyó un misterio durante algún tiempo. Se estudió la posibilidad de alguna fuga en alguno de los conductos de la calefacción.
Durante la pandemia, en el calor de junio en Pittsburgh, coincidiendo con poco personal debido a las restricciones de covid-19, ocurrió un fallo en el sistema de aire acondicionado del museo. Ocurrió algo intrigante: después del apagón, se descubrieron pequeños charcos en el suelo debajo del lienzo más grande de la serie “Oxidation”. Aquello constituyó un misterio durante algún tiempo. Se estudió la posibilidad de alguna fuga en alguno de los conductos de la calefacción. Pero después de descartar cualquier explicación plausible, se determinó que la única posibilidad es que los charcos provenían de la pintura. La obra parecía estar derritiéndose u orinándose. Sobre todo, después de investigar cómo había sido realizada por Warhol.
A Warhol le gustaba experimentar y desarrolló una pintura basada en el polvo de latón, que una vez oxidado podía propiciar distintas tonalidades verdosas. Pero no se quedó ahí la cosa. Para que los óxidos tuvieran unas tonalidades más ricas, quizás iridiscentes, a Warhol se le ocurrió orinar, de forma aleatoria, sobre los lienzos, provocando distintos tipos de salpicaduras. Incluso pidió a algunos amigos a que colaboraran en este noble fin. Para entender qué había ocurrido, se encontró patrocinio para un estudio que permitiera impedir que volviera a suceder ese desastre. Se descubrió que la corrosión de las pinturas era una consecuencia de la interacción de la orina con el cobre, creándose una mezcla compleja de sales de cobre. Estas sales absorben agua cuando hay una alta humedad relativa en el ambiente y se convierten en una solución sobresaturada en agua. Y esto ocurrió cuando se estropeó el aire acondicionado. Cuando la humedad regresó a los niveles normales, la solución expulsó el agua que le sobraba, y esto se manifestó en forma de goteo, provocando un charco debajo del lienzo. Analizando todo el proceso con cierta perspectiva, podría decirse que los cuadros habían devuelto su orina al autor, aunque en realidad lo que se devolvió al museo fue solo agua.
Ya saben, si visitan Pittsburgh, no se limiten a visitar los típicos “sights” de la ciudad, o a ver un partido de los “Steelers”. El museo de Warhol, realmente merece la pena, y si son metalúrgicos, ya tienen un motivo más para visitarlo: los cuadros incontinentes de la serie “Oxidación”.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
La Región
JARDÍN ABIERTO
Simbología de la flor de amarilis en Navidad
Jaime Noguerol
EL ÁNGULO INVERSO
La mirada sabia del barman
Miguel Anxo Bastos
Extremadura: la clave está a la izquierda
Sergio Otamendi
CRÓNICA INTERNACIONAL
Dos éxitos o dos fracasos
Lo último