Xabier Limia de Gardón
ARTE ET ALIA
Co gallo do 75 cabodano da morte de Castelao... e Álvaro de las Casas
A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Según la RAE, “farsante” es quien finge lo que no es o no siente, e impostor es quien finge o engaña con apariencia de verdad. Todos estos políticos de los que se ha demostrado que han plagiado su tesis doctoral, falseado su currículum con titulaciones que no tienen, o directamente han falsificado (burdamente) su título, o que aparentan titulaciones que apenas han iniciado (“tiene estudios de ingeniería industrial”) son farsantes e impostores. Para nuestra desgracia, además, muchos de estos son manifiestamente incompetentes. Estas personas tienen el privilegio de ser nuestros representantes, de elaborar las leyes que nos gobiernan, asignar presupuestos, aprobar o denegar ayudas y, en suma, gobernar nuestras vidas. En el mundo científico/académico, cualquiera que quiere hacer carrera, ha de empezarla desarrollando un grado “con buenas notas”, un máster y un doctorado que debe acompañar con algunas publicaciones internacionales. Eso para empezar. Mucho me he metido yo con la endogamia que nos asola en nuestro sistema púbico, pero con todas sus imperfecciones, quien hace carrera hoy en nuestro mundo académico, tiene al menos un título de graduado, un master y un doctorado, y para poder desarrollar su carrera, debe construir un curriculum a base de meritocracia contrastada por una agencia independiente, además de numerosos procesos de “evaluación por pares”. Muchos de nuestros políticos desconocen lo que es la meritocracia, ya que ascienden en el escalafón no por méritos reales, sino, sobre todo, por valores vinculados con la lealtad al líder. La competencia profesional no cuenta, lo que cuenta es la fidelidad y la ausencia total de crítica a un líder que, con su dedo, da y quita privilegios. Normalmente esos políticos no tienen ninguna carrera profesional más allá de la política, y entran en el sistema desde las juventudes de su partido, donde van afianzando su posición en base a los servicios prestados al aparato del partido. En esa descarnada lucha por trepar en la estructura de poder que es un partido político, muchos necesitan falsear sus curriculums para tratar de hacer ver a sus líderes que además de fieles “están preparados”. Y ya tenemos la pescadilla que se muerde la cola. Estas personas que no tienen una alternativa para ganarse la vida fuera “de la política”, hacen “lo que sea” para seguir cobrando del erario público.
Normalmente esos políticos no tienen ninguna carrera profesional más allá de la política, y entran en el sistema desde las juventudes de su partido, donde van afianzando su posición en base a los servicios prestados al aparato del partido.
Y ahora llega la gran paradoja. En España tenemos un sistema universitario y de ciencia totalmente infra financiado, que depende para su subsistencia de presupuestos que, muchos de los que desprecian totalmente la meritocracia por la que nos regimos, tienen que promover y aprobar. ¿Cómo alguien que utiliza un título falso de doctor, de master o de graduado puede valorar la actividad de quienes basamos nuestro mérito en el esfuerzo? Francamente, creo que es una quimera. No se si en otros países existe la plaga de políticos y cargos púbicos farsantes e impostores que tenemos en España, pero es un síntoma que en un país donde esta subespecie de políticos mediocres prolifera, tengamos el sistema universitario y de ciencia tan paupérrimamente tratado desde los presupuestos generales del estado, que por cierto llevamos toda una legislatura sin poder disfrutar. La consecuencia es, además, presupuestos de ciencia y educación permanentemente congelados.
Cada día nos desayunamos con un nuevo caso de político o cargo público que ha falseado su curriculum con titulaciones que no tiene. Nuestra sociedad debiera salir de su letargo y exigir, inmediatamente, la dimisión de Todos estos personajes. Sin paliativos. No están cualificados para tomar decisiones sobre nuestras vidas. Han engañado, han mentido, son farsantes e impostores. Deben salir de la política y del sistema público inmediatamente y no debieran volver nunca jamás.
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