Querida Bélgica

Publicado: 13 nov 2007 - 01:00 Actualizado: 10 feb 2014 - 23:59

Dicen que las naciones, en sus periplos,

sufren y ríen tanto como los

particulares en sus vidillas descontables. A los reyes y a presidentes únicos como el llorado Pertini de

Italia les gusta considerarse

padres del gran rebaño nacional. Pasa

desde Luis XIV de Francia hasta Juan

Carlos I de España, Ceuta, Melilla y parte de América.<o:p></o:p>

Las

penas belgas se están consumando y el rey de Bélgica puede quedarse sin trabajo en cualquier momento. No

es un padre común sino un regalo de

bodas recibido con división de opiniones, aunque para muchos belgas era una mentira tan bonita como

la familia Trapp o la Navidad . Los

balcones belgas, inventados para contemplar caer la lluvia de las nubes, se han llenado estos

meses de banderas nacionales, las bandas

negra, amarilla y roja que animan a Justine Henin en las canchas de tenis del planeta.

Justine es la única representante belga

que mantiene a raya a los enemigos, y eso a condición de que, como en los torneos

antiguos, la desafíen de uno en uno.<o:p></o:p>

Hay

otros belgas poderosos: el sanguinario cruzado Godofredo de Bouillon que campa en una plaza de Bruselas

vecina a otra plaza edificada por el rey

Leopoldo, primer genocida moderno, el

caudillo antiguo Ambiorix que trajo en

jaque a los romanos, o el gimnasta JeanClaude

Van Damme, que da mamporros con argumentos cursis en todos los cineclubs. Otros belgas han ideado

diabluras en química, en fotografía y en

genética, modos de adoración de la luz e interiores de ensueño.

Han imaginado a Tintín, un gran cosmopolita local.<o:p></o:p>

Tuvieron a una monja que grabó muchos discos y

sonreía sin parar. En un bosque belga se

escribió el Kempis.<o:p></o:p>

Pero

afortunadamente Bélgica no es una gran potencia. El patrón de Bruselas es un monigote que orina en público

apuntando su pito pequeño entre escaparates de encajes y olor a

bombones y a fritanga.<o:p></o:p>

Todo aquí es pequeño. También lo era el

matrimonio forzado entre flamencos y

valones que en los últimos meses se ha descompuesto como cualquier matrimonio estadístico. El más

vendido de los novelistas belgas,

Georges Simenon, describió en El gato' la descomposición odiosa, mezquina, imparable, de un matrimonio

de la zona. Un huso horario de ideas, sentimientos y futuro confusos.<o:p></o:p>

En

ningún sitio es más falso que en Bélgica el tópico de que un país tiene los políticos que se merece. Los

políticos belgas son, por poner un

ejemplo, tan torpes como los españoles. Su única ventaja es habitar una tierra civilizada, o simplemente

cansada. Su desventaja, haber vivido a

trasmano, ser una región de servicios y no de ideales como España. Frente a los caprichos de la

meteorología, los políticos belgas no

saben ni abrir el paraguas. El país es tan urbano que no se indigna, se limita a ponerse melancólico.

Justine Henin ganó el master de Madrid.

Es la número uno.<o:p></o:p>

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