Racismo y violencia

Campo do Desafío

Publicado: 15 jul 2025 - 05:10

Opinión en La Región
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La proclama de Vox animando a la deportación de varios millones de inmigrantes instalados en España, revuelve el estómago de quienes, desde la razón y no desde las gónadas, hacemos un esfuerzo diario por racionalizar lo que nos pasa. Es cierto que transigimos ya, sin rebelarnos, con los comentarios racistas de baja intensidad que aun hace bien poco nos parecían inconcebibles. Es como si hubiéramos bajado el listón de la civilidad exigible y franqueado el paso a los matones. Personajes como Trump, pero no solo él, tienen mucho que ver en esta normalización de lo brutal, lo descarnado, y en la postergación de lo que eran unas básicas normas que ayudaban a la convivencia. Ahora parece que ha llegado el momento de saltar por encima de ellas, de mostrar su inutilidad, aparente ñoñería y definitiva impotencia. Un territorio conocido, salvaje e inhospitalario, se abre para quienes hacen de la fuerza, el poder y el matonismo su modo de manejarse, mejor, de imponerse.

Este fenómeno racista y xenófobo no es nuevo, ha sido recurrente en nuestra historia –tampoco en exclusividad- y, en su nombre, se han escrito y nos han escrito, algunas de las páginas menos admirables de nuestra historia

El odio al inmigrante, pobre, digámoslo, y tiznado en cualquier grado, es, lo ha sido siempre, una oscura obsesión de estos defensores de no se sabe qué esencias raciales ni esencialismos patrios. ¡Qué cosas! Yo, que me considero el resultado de mil leches y mil sangres, que en la Historia admiro a todos aquellos que hicieron de la hibridación de culturas y tradiciones la parte más interesante de la humanidad, no soy capaz de asimilar estas llamadas a la pureza de sangre y, en consecuencia, al odio del diferente. Pobre y oscuro, repito.

Este fenómeno racista y xenófobo no es nuevo, ha sido recurrente en nuestra historia –tampoco en exclusividad- y, en su nombre, se han escrito y nos han escrito, algunas de las páginas menos admirables de nuestra historia. Las últimas décadas parecían habernos aliviado de esta carga. Ocupados en ensanchar el horizonte de libertades y derechos, atareados en llevar al país, con la colaboración inmigrante, a cotas de desarrollo nunca antes vistas, hemos dejado entrar por la gatera a quienes necesitaban reescribir y reeditar la historia, idealizándola. Concretamente y con reiteración: los Reyes Católicos, más Isabel de Castilla que Fernando de Aragón; la reconquista y la expulsión de judíos y moriscos; el Felipe II de la contrarreforma; la persecución de los ilustrados y/o afrancesados y las cuatro décadas de dictadura franquista. Casi sin excepción, personajes y períodos que están lejos de concitar el elogio y orgullo unánimes.

Escribía Adorno que “la fascinación del remedio racista remite a su verdadera naturaleza: no beneficia a los hombres, sino a su impulso destructivo”. La proclama deportadora de Vox y la casi inmediata razzia en Torre Pacheco tienen el aire del racismo atávico y la violencia deshumanizadora como fines en sí mismos.

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