San Valentín se divorcia

Publicado: 14 feb 2025 - 00:01

Foto opiniones
Foto opiniones | La Región
Hasta el siglo XX este santo tuvo pocos devotos ya que san Antonio lo había desplazado como benefactor de quienes procuraban pareja y amor eterno.

Como tantos venerables inventados, san Valentín forma parte del catálogo de santos imposibles. Sobre ellos escribió un magnífico libro mi amigo Juan García Atienza, aún en circulación. Aunque ahora me lo imagino de paseo por la eternidad, confirmando sus investigaciones, es difícil que Juan encuentre a ese Valentín subido a los altares durante el siglo quinto. Sencillamente porque más allá de la leyenda no existió el presunto mártir utilizado para desterrar del calendario romano a las fiestas de la fertilidad. En aquella centuria la Iglesia católica tomó el poder civil y con una ferocidad integrista desmesurada se afanó en reinventar la historia, destruir templos de dioses “paganos” e implantar nuevas celebraciones para sustituir a las tradicionales de entonces. Las Lupercales o Lupercalia, durante el 14 y 15 de febrero, ensalzaban la memoria de la loba Luperca amamantadora de Rómulo y Remo. Esto es, en honor del nacimiento de Roma, por lo que san Valentín, protector del matrimonio, surgió como el ariete más indicado contra la base del imperio en descomposición. Luego se le ha confundido con Cupido, cuando los poetas del siglo XIV lo adornaron con el aura romántica de patrón del amor y de las pasiones sentimentales. Con todo, hasta el siglo XX este santo tuvo pocos devotos ya que san Antonio lo había desplazado como benefactor de quienes procuraban pareja y amor eterno.

San Valentín se ha divorciado de la Iglesia subido en el caballo del consumo y a mí me duele que el papa Francisco haya fracasado en el empeño por modernizar su imperio

La globalización y el consumo han sido los verdaderos recuperadores de san Valentín para los corazones profanos. En realidad la Iglesia lo tenía en poca estima y no es fácil encontrar su imagen de obispo barroco en los templos. Recientemente han echado mano de él para asimilar el concepto de amor romántico con el de matrimonio canónico. Las posiciones de la Iglesia en defensa de la pareja tradicional -sólo hombre y mujer-, contra otras formas de matrimonio en función de la variedad sexual, no aceptando el divorcio como disolución natural de un contrato de convivencia, en el mantenimiento del celibato y otras cuestiones menores, igualmente anacrónicas, han conducido a una caída del 80% de los matrimonios ante los altares y a un crecimiento imparable de los divorcios entre parejas cristianas. Es evidente que el san Valentín, protector del matrimonio tradicional, ha fracasado.

Ateniéndonos a los datos revelados por la Conferencia Episcopal, en 2023 en España sólo contrajeron matrimonios por la Iglesia 33.000 parejas frente a las 150.000 de media de las últimas décadas del siglo pasado. En paralelo los divorcios en los juzgados se incrementan paulatinamente por encima del 5% cada año, según el Consejo General del Poder Judicial. En 2024 se registraron 25.727 demandas de ruptura de parejas. Frente a estas cifras aterradoras la Iglesia Católica, acercándose a la fiesta de san Valentín, ha bombardeado al país con una campaña publicitaria plagada de tópicos buscando atraer a la juventud hacia el abrigo de su fe en el matrimonio eterno. Dudo de que haya surtido efecto el manido eslogan, “Llena tu corazón, hazlo latir”, que demuestra la falta de conocimiento de la realidad por parte de la Conferencia Episcopal, no obstante de su interés por actualizarse.

San Valentín se ha divorciado de la Iglesia subido en el caballo del consumo y a mí me duele que el papa Francisco haya fracasado en el empeño por modernizar su imperio, me sorprende que la Constitución católica del 1987 no les funcione, que el adoctrinamiento en la educación concertada y privada se haya convertido en un simple negocio y que sus respuestas de cara al futuro suenen a siglo quinto en Roma.

Contenido patrocinado

stats