Opinión

La lucha del Presidente de El Salvador contra las maras

Nayib Bukele prometió prioridad a la lucha contra las maras, y esa prioridad tuvo mucho que ver con que lograra la mayoría absoluta en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Del Salvador.

Las maras, pandillas callejeras nacidas en Los Angeles, eran entonces, y lo son todavía, el problema número uno de los gobernantes centroamericanos, fundamentalmente de Honduras, Guatemala y El Salvador. Las maras, Salvatrucha la más importante de ellas, solo en El Salvador sumaba una media de quince víctimas mortales diarias, que  durante el gobierno de Bukele  se convirtieron en unas 3 diarias. Ese acuerdo entre Bukele y maras se rompió hace unos meses y se reiniciaron las matanzas, que en un solo fin de semana de marzo llegaron a contabilizar 87 cadáveres identificados. 

Bukele decretó el estado de excepción, que permitía detenciones sin autorización judicial que se podían prolongar hasta 15 días, así como registros domiciliarios e interrogatorios sin presencia judicial. Desde entonces,  se han producido miles de detenciones de miembros de Salvatrucha y Barrio 18, las maras más peligrosas y al mismo tiempo rivales entre sí.En Europa el problema de las maras se ve lejano,  aunque han empezado a llegar a España y Portugal. Se trata de pandillas de una peligrosidad extrema, que se mueve en el mundo del narcotráfico,  la extorsión, el proxenetismo, trata de blancas, prostitución y asesinatos indiscriminados. Presumen de que de las maras solo se puede salir muerto, y la entrada  en muchos casos es obligada. A los voluntarios  se les obliga a demostrar su “valentía” con pruebas que con frecuencia incluyen el asesinato y las violaciones.

En El Salvador, Honduras y Guatemala las maras han cambiado la vida de la población. San Pedro Sula en Honduras está considerada la ciudad más peligrosa del mundo,  y la impunidad con la que actuaban las maras se demostraba con la exhibición permanente de sus tatuajes, que describían su trayectoria asesina. Hoy, los cabecillas de las maras han prohibido los tatuajes y tratan de presentarse con una apariencia de ciudadanos de vida regular, aunque todos ellos cuentan con delitos en su haber, casi siempre asesinatos.

Nayib Bukele creyó que podía vencerlos con el diálogo, pero las maras no han cumplido lo que se había pactado y, hoy, es Bukele el que se encuentra en una posición muy cuestionada. Los enfrentamientos callejeros se  saldan con muertos diarios,  las maras denuncian la brutalidad de las  intervenciones policiales y los medios de información aseguran que casi un centenar de salvadoreños han fallecido cuando se encontraban bajo custodia policial,  lo que ha provocado una investigación de Amnistía Internacional. Este mismo organismo indaga sobre las negociaciones del presidente con los dirigentes de Salvatrucha, para comprobar si los acuerdos a los que han llegado podían ser ilegales al dejar al margen a la Justicia.

El Salvador ha salido hace pocos años de una cruenta guerra civil. Ahora sufre otra guerra. Inacabable, letal,  que puede llevarse por delante al gobierno que intentó abatir a las andillas que asolan los principales países centroamericanos.

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