Tomárselo a risa

Mi primera guitarra me la compraron mis padres en el día en que cumplía quince años, y era una española con un aspecto muy prometedor que resultó luego una sartén con cuerdas porque ninguno de los dos sabía una palabra de guitarras y se inclinaron por una con buena presencia dentro de un precio asequible. Bien mirado, y teniendo en cuenta que yo no me sabía más de dos acordes, tenía más que suficiente con ella. Hasta mucho tiempo más tarde no me di cuenta que estaba dura como una puerta y era prácticamente imposible de afinar. Lo de la afinación convencional no regía entonces para mí y la afinaba de oído y como a mí me dio la gana, y fue algo más de un año después cuando un amigo que sabía más que yo me habló del mi, la, re, do, si, mi como la manera más correcta de templarla.

Por fortuna, tocar la guitarra se ha convertido en uno de mis pasatiempos favorito, y el paso de los años me ha permitido crecer modestamente en mis habilidades como intérprete. Pero jamás se me ocurriría dedicarme seriamente a esto, lo contrario de aquellos que desempeñan tareas de gobierno a los cuales sus propios disparates les producen mucha gracia. Si a mí no se ocurriría competir con un verdadero guitarrista, a la vicepresidenta del Gobierno se le podría aconsejar que debiera ilustrarse para no cometer errores que la llevan al ridículo en la Cámara tras aclarar que “hay Gobierno de corrupción para rato”. El problema sin embargo no es el lapsus en si sino tomarse la equivocación a broma y hacerla trivial entre sonrisas cuando su obligación es mostrarse contrariada, hacer una muy necesaria autocrítica y pedir perdón por semejantes e imperdonables errores. Más grave aún es el sorprendente anuncio institucional emitido en nombre del ministerio de Vivienda y Agenda Urbana cuyo contenido es no solo humillante sino que constituye un insulto sin razón ni sentido para una sociedad que considera y con toda la razón, la escasez de vivienda accesible el primero de sus problemas según el CIS si es que a los resultados que publica el CIS se les puede otorgar credibilidad. La ministra Rodríguez también se ha reído mucho con ello, una actitud que tiene aún menos explicación que el propio anuncio. Meter la pata debe dar mucha risa con el dinero de los demás.