Francisco Lorenzo Amil
TRIBUNA
Lotería y Navidad... como antaño
ATrapero le importa el sueño de la Cataluña grande y libre tanto como a Torra la gobernabilidad de España. Ambos han sido generosos en la defensa de sus respectivas posiciones. Pero el exjefe de los Mossos dejó claro que no quería lazos amarillos ni arropamiento institucional durante el juicio que se lleva a cabo en la Audiencia Nacional.
En la vista pública ha calificado de "barbaridad" la pretensión de los líderes independentistas de constituir una república catalana. Y eso nos remite al famoso "la república no existe, imbécil", que un agente del mismo cuerpo le soltó en la cara a un activista que se puso patriótico en medio de una carga policial.
Tal vez sea instinto de supervivencia en zona de confort (no es plato de gusto ir a la cárcel), una caída del caballo o, como él sostiene, una sincera profesión de fe policial en el imperio de la ley. El caso es que José Luis Trapero se pone del lado correcto de la barricada en el llamado conflicto catalán.
Si es verdad que partía de posiciones independentistas y reculó por necesidad, no por virtuoso convencimiento, también debemos celebrarlo. El encogimiento ante el poder del Estado, un leviatán al que se teme, es un mecanismo más en el sano funcionamiento de una sociedad bien organizada.
El argumento nos lleva al mantra clásico de que el Estado puede ser magnánimo, pero nunca claudicante frente a retos tan graves como el intento secesionista de una parte del territorio nacional. Ahí es de estricta aplicación el viejo dicho de que quien echa un pulso al Estado está abocado a perderlo.
De ahí que también me parezca aberrante el interés mediático y político por ver si el fiscal del caso, que acusa en nombre del Estado a la cúpula de la policía autonómica de Cataluña, rebaja su calificación de los hechos a "sedición" (ahora es de "rebelión"), en línea con la doctrina del Tribunal Supremo en el juicio contra los líderes del "procés".
Como observador, el eventual cambio de posición en la Fiscalía me importa bastante menos que la contundencia de Trapero a la hora de alinearse junto a los amigos de la ley y la Constitución. Y, por supuesto, me interesa bastante menos que aprovechar la ocasión de saludar el funcionamiento de la Justicia que, tarde pero con eficacia, hace visible en los tribunales el viejo dicho de que quien la hace la paga.
"Le dijimos a Puigdemont que los Mossos no íbamos a tolerar ninguna ruptura con la legalidad y la Constitución", ha declarado Trapero ante el tribunal que le juzga en Madrid junto a los máximos responsables del cuerpo en octubre de 2017, mientras reiteraba su profesión de sometimiento a las órdenes judiciales. Me parece que lo ha dejado claro. Como debe ser.
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