Opinión

Sipi, nopi

El pasado 25 de julio, día de Santiago, de España y de Galicia, nuestros políticos nacionales se revelaron como lo que ya sabíamos que eran, una panda de críos jugando a intercambiarse cromos: sipi, sipi, sipi, ¡nopi! Y en los días siguientes, por si nos quedaba alguna duda nos lo confirmaron.

A mi la contemplación por la tele de la esperada e inútil sesión de investidura me devolvió a mi infancia, cuando en el patio del colegio Curros Enriquez de Ourense los chavales nos intercabiábamos cromos de aquellos preciosos álbumes “Vida y Color” y otros parecidos. Este lo tengo, este no lo tengo, este me lo das, este no te lo doy, por este me das dos. Y la verdad, creo que éramos a nuestros nueve años mejores negociadores.

En aquel entonces cada vez más lejano en la memoria, nos intercambiábamos el cromo del elefante por el del guerrero bantú; o el de la palmera por el de la seta de cardo; o buscábamos el codiciado del amarilis que resultaba dificilísimo de encontrar lo cual no tenía mayores consecuencias, solo eran cromos. Pero estos otros chavales de hoy se intercambian nuestro futuro y nuestras vidas alegremente: sipi, sipi, nopi, nopi. Creo que es porque a ellos todo les da igual y pase lo que pase seguirán cobrando.

Alguien en el Facebook publicó hace poco un meme que dice más o menos esto: "Quitad

les el sueldo a todos y ya veréis como pactan el nuevo gobierno en diez minutos". Pues sí. Resulta alucinante que en cualquier empresa o en cualquier contexto social alguien que no cumple con sus obligaciones, sus responsabilidades o su trabajo pueda ser sancionado, despedido o expulsado, pero en política no. Estos regidores nuestros son como Bartleby el escribiente, aquel personaje de Melville que solo decía "preferiría no hacerlo", pero seguía cobrando.

Hay una película de hace años que ya auguró esto. Se titula "Idiocracia" y retrata en un tono satírico una sociedad distópica dominada por idiotas. La tesis de la película es que numéricamente las personas idiotas son más que las personas inteligentes y eso es así desde el principio del mundo, o sea que con el tiempo los idiotas se reproducen más y los inteligentes desaparecen. Con lo cual al final solo quedan idiotas.

Lo de nuestros políticos cambiándose cromos en el Congreso es absurdamente infantil, pero es el síntoma de algo mundial. Terraplanistas, negacionistas del cambio climático, antievolucionistas, neonazis, antiinmigrantes, evangélicos, musulmanes radicales, neofranquistas, ultrabíblicos, Bolsonaros, Trumps, Salvinis, Boris Johnsons, Abascales... Es todo más de lo mismo. ¿No me digan que no lo ven? Caminamos hacia un mundo de idotas. 

Pero si ustedes no lo ven entonces ya sé lo que pasa, y es que yo no soy el último inteligente sobre la Tierra como creía, sino el último idiota. O sea que la película y la realidad eran al revés. Ahora lo entiendo. Debí dedicarme a la política a los dieciocho años. Me hubiera ido mucho mejor.

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