LA NUEVA OURENSANÍA
Kelly García, la vida se va encarrilando para los que vienen de fuera
LA NUEVA OURENSANÍA
Nieta de herrero de Pereiro de Aguiar emigrado a Maracaibo, pasea por las calles del centro Kelly García Charris, adaptada a la ciudad, su movimiento y sus gentes, aunque reconozca cierta morriña venezolana. “Hay un pescado, el bocachico”, menciona, pez de agua dulce y clima tropical. “Frito y bastante delicioso con arroz o ensalada”, puntualiza sobre el tal peje.
Su emigración fue precedida por el retorno de su abuelo, tíos, primos, hermana y finalmente ella. Dejó su carrera de enfermería para cuidar en Ourense ancianos y limpiar casas, hasta que pudo tomar de nuevo rumbo a los estudios, y ahora se afana formándose como auxiliar de enfermería en la escuela Santo Cristo. “Trabajo también como cajera en el Eroski”, comenta la joven de veinticuatro años que ya cuenta seis en España.
Su ejemplo inspira a todo aquel que, pese a sufrir la emigración en lo que tiene de negativo, no renuncie a encarrilar su vida profesional, aunque con limitaciones.
De la vida aquí valora las distancias cortas. “Desde donde está mi casa en Caracas, al centro se tarda lo suyo en llegar”, aclara. ¡Bendita casa!, recalca en otro comentario, quizá lo que más echa de menos, superadas las diferencias culturales de inicio, y las cuestiones del clima. “Aquí me encanta pasear, salir, cuando el tiempo lo permite”, explica. “Tengo amigos de Venezuela, pero también muchos gallegos”, aclara.
Transmite serenidad, apertura y un poco de resignación Kelly, para qué vamos a negarlo. “Me esfuerzo bastante”, dice sobre sí misma; no hace falta que lo jure, se percibe en el aire. “De gallego aún no sé mucho… ¿agullas?”, comenta la auxiliar sanitaria en ciernes… ay Kelly hasta ahora íbamos bien, con el idioma patrio no te esmeras tanto. “Pulpo”, responde sobre gustos y preferencias gastronómicas, a ver si el paladar compensa lo de la lengua patria.
La decisión de cruzar el charco fue tomada sobre la base de la evidencia de la economía doméstica. “Mi hermana ya estaba aquí, y nos enviaba bastante dinero, pero pese a todo, no alcanzaba”, reconoce. Maleta y rumbo a la tierra madre, por lo menos parcial, sabemos que su abuela es propiamente venezolana. “Ciudad Mariche” se llamaba su distrito, cuyo nombre responde al nombre de una antigua tribu sudamericana.
La nacionalidad española la cursó una vez llegada aquí porque no contaba cambiar de país, a pesar de las raíces gallegas. Ahora reside en el centro de la ciudad con sus padres. “Mi papá era taxista allá y ahora trabaja en una empresa que se encarga de pintar las carreteras, y mi madre trabaja de interna”, revela. Los abuelos están en el verano en Pereiro de Aguiar y los inviernos en la capital entre los hijos. No se acuerda Kelly del nombre de la aldea, “voy poco, vienen más ellos”, aclara. “Ellos viven en la casa que heredaron de mi bisabuela, reformada más o menos”, ríe García Charris, con razón los inviernos emigran a la calle Reza.
“El abuelo habla gallego y maracucho, lo que se habla en Maracaibo, que es donde estuvo muchos años”, explica.
Vamos a darle tiempo, pues, a Kelly para que se adapte a nuestros idiomas, porque por lo demás está ya integrada. “La verdad es que sí, me siento completa y feliz a pesar de echar de menos mi país”, declara.
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