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LA NUEVA OURENSANÍA
Su vida ha sido un ir y venir, pero ella se siente plenamente dominicana. Viajó de muy niña con su madre a Caracas, y allí tuvo su primer hijo, el germen de su propia familia. Pero antes de eso Zuleika Morillo volvió a la isla, a su pequeña ciudad cuando su madre migró por segunda vez hacia España. “Azua, al sur del país”, explica sobre sus orígenes. Resulta llamarse la capital del municipio Azua de Compostela, por unos terrenos colindantes que algún día pertenecieron a un comendador gallego, de nombre Gabriel Varela. Quien sabe si entre sus ancestros cuenta algún primo de estos lares, que ella sepa, aquí solo tiene tres hermanas. Fueron viniendo con sus familias, a medida que fue pasando el tiempo. “La primera fui yo, con mi niño mayor”, explica. “Aquí tuve al segundo con mi actual pareja”, comenta.
Se encuentra Zuleika de baja porque no ha podido encontrarle plaza en guardería al bebé de dieciocho meses. Cualquiera diría que hay baja natalidad, están las escuelas infantiles concurridas como las rebajas del 7 de enero. Se dedicó un tiempo a hostelería al llegar, pero enseguida hizo un curso formativo en peluquería y a eso se dedica, a atusar cabellos. “Mis clientas son más latinas que españolas, se cuidan más, una vez a la semana vienen a retocarse el pelo”, revela. Por lo visto las ibéricas son más del tinte, y las otras amantes de las extensiones y trenzas. “Trabajé en un espacio en una barbería de caballeros en Jesús Soria”, confiesa. Cuando el niño tenga un horario escolar pretende volver a lo suyo, quizá creando su propio espacio desde cero.
En su casa hay una mezcla gastronómica dominicana, colombiana y gallega. Le gusta la paella y la comida de aquí, pero más le gusta un mangú con toda su parafernalia.
Su tribu es muy del otro continente, alguna colega gallega hay, pero son las menos. Se describe como una persona “sencilla” y tal vez “una mano amiga”. Una lágrima inesperada asoma de repente. Le pedimos que elabore esto último y comparte una anécdota.
“Como emigrante yo nunca me sentí sola, en necesidad o emergencia”, comenta Zuleika, “quizá eso lo vivió mi madre”, añade, consciente de haber llegado con ciertas cuestiones ya resueltas. “Aquí yo ya tenía mi habitación para mí y para mi hijo”, explica.
Cuenta que en un autobús dirección Ribadavia, conoció a una chica venezolana sin oficio ni beneficio, recién llegada y sin papeles. “Era muy jovencita así que le ofrecí mi casa unos meses, pues yo me iba a Colombia, me dio mucha pena”, comenta. Se considera acertadamente solidaria, piensan muchos que la migración va del sálvese quien pueda.
Reside en Ourense desde hace diecinueve años y es vecina de A Carballeira, conoció a su marido en ‘El diablo latino’, una discoteca de merengue, salsa y reggaetón que existió in illo tempore.
De gallega tiene poco, aunque lleve aquí más que en ningún lado del planeta. Un ‘carallo’ eso sí, lo pronuncia hasta con deje. “De santos no sé mucho”, confiesa entre risas, detrás la parroquia del Sagrado Corazón, que nos perdone Jesús y la curia de A Carballeira.
Un sueño ¡va Zuleika!, para acabar la entrevista y entender si algún día serás de aquí de espíritu, no solo de cuerpo presente. “Tener mi propia casa para mis hijos”, confiesa Morillo. Pues algo es algo, no hay mejor prueba de intenciones que una hipoteca.
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