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NORMATIVA DE MEDICACIÓN VETERINARIA
Luna es uno de los nombres que sale a la palestra encabezando la lista de los primeros afectados de una ley que, en voz de su dueña -Sonia- “no ha tenido para nada en cuenta el bienestar de los animales”.
Sonia adoptó a Luna cuando tenía ya 11 años, tras un pasado en el que vivió como una perra cazadora y, como muchas otras, maltratada. “Sabía que nadie iba a adoptar a una galga con esa edad, y fue lo mejor que hice en mi vida”. Realidad que choca ahora con el golpe que le asestó la vida cuando, con 14 años, un cambio en la medicación podría ser el culpable de su deceso.
“No tenía absolutamente nada, salvo un problema en la médula que le detectaron hace un año y medio, y la medicaron para eso expresamente”, apunta la ourensana, quien señala lo ocurrido hace solo dos semanas como un punto de inflexión: “Nunca me habían puesto problemas por la receta, que era de humana. Pero cuando fui la última vez a la consulta, me dijeron que no sabían si podrían dármela por no ser medicación veterinaria, así que la cambió, supongo que por miedo a una multa”. Un cambio que, para Sonia, fue decisivo: “Llevaba solo una semana y media con el nuevo tratamiento, por la mañana estaba corriendo tan tranquila, pero llegó un momento que le fallaron las piernas. Cuando fuimos a Urgencias ya no levantaba ni la cabeza”. Ese mismo día, ni un mes después del cambio en el tratamiento, Sonia tuvo que despedirse para siempre de Luna.
“No me supieron explicar qué le había pasado, pero no dudaron en decirme que tendrían que haber seguido con la misma medicación, que no había ningún problema y que no podía tomar otra”, recuerda con desazón quien se considera ya afectada directa de la nueva normativa: “Yo entiendo que los veterinarios están atados de pies y manos, pero lo que me pasó a mí fue producto de esa ley y eso no hay quien me lo quite de la cabeza”.
Para quien acaba de perder a su compañía habitual, los momentos de duelo son ahora más difíciles de lo esperado, ante lo que se siente como una injusticia burocrática: “Si le hubiera dado un infarto, si le hubiera pasado alguna otra cosa… Pero justo una semana y media después de cambiarle la medicación, me parece mucha casualidad”. Igual de limitada que los profesionales de veterinaria se siente ahora Sonia, que no sabe a quién acudir o contra quién tomar medidas legales ante un Real Decreto que todavía es muy reciente. Para ella, nada podrá devolverle la compañía que le dio Luna, cuya muerte inesperada no pudo remediar ni predecir.
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